Una calurosa tarde de verano en Rapa Nui, unos diablos se sacaron la ropa para dormir una siesta.
En ese momento, pasó por ahí un joven llamado Takuihu, quien observó con gran asombro que los cuerpos de los diablos no tenían carne... eran solo esqueletos. Cuando ya se iba, fue sorprendido por otro diablo que estaba cerca. Este, desesperado, los despertó a gritos y les contó que un hombre los había visto sin ropa. Los diablos, por temor al ridículo en que caerían si el joven contaba lo que había visto, resolvieron matarlo.
Rápidamente dieron alcance a Takuihu y lo interrogaron sobre lo que había visto. El joven, astutamente, los convenció de que no había visto nada; entonces, lo dejaron ir, pero decidieron espiarlo para ver si mentía. Durante dos días lo vigilaron y estuvieron atentos a todos sus comentarios, pero como el isleño se había dado cuenta de estas maniobras, jamás habló del tema con otras personas. Finalmente, los diablos decidieron retirarse con la plena seguridad de que el secreto de sus cuerpos no iba a ser conocido por nadie.
Cuando Takuihu se vio libre, tomó un trozo de toromiro (árbol endémico de esta isla) y talló en él la horrible figura que había quedado grabada en su memoria.
Así fue como se crearon las imágenes de estos diablos con forma de esqueleto.
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