Cuentan los viejos que entre Totomoxtle y Coatzintlali existía una caverna en cuyo interior los antiguos sacerdotes habían levantado un templo dedicado al Dios del Trueno, de la lluvia y de las aguas de los ríos.
Eran tiempos lejanos en los que aún no llegaban los hispanos ni las portentosas razas, conocidas hoy como Totonacas, que poblaron el lugar que después llamaron Totonacan.
Y siete sacerdotes se reunían cada tiempo en que era menester cultivar la tierra y sembrar las semillas y cosechar los frutos, siete veces invocaban a las deidades de esos tiempos y gritaban entonaban cánticos a los cuatro vientos o sea hacia los cuatro puntos cardinales, porque según las cuentas esotéricas de esos sacerdotes, cuatro por siete eran 28 y veintiocho días componen el ciclo lunar.
Esos viejos sacerdotes hacían sonar el gran tambor del trueno y arrastraban cueros secos de los animales por todo el ámbito de la caverna y lanzaban flechas encendidas al cielo. Y poco después atronaban el espacio furiosos truenos y los relámpagos cegaban a los animales de la selva y a las especies acuáticas que moraban en los ríos.
Llovía a torrentes y la tempestad rugía sobre la cueva durante muchos días y muchas noches y había veces en que los ríos Huitizilac y el de las mariposas, Papaloapan, se desbordaban cubriendo de agua y limo las riberas y causando inmensos desastres. Y cuanto más arrastraban los cueros mayor era el ruido que producían los torrentes y cuanto más se golpeaba el
gran tambor ceremonial, mayor era el ruido de los truenos cuanto más relámpagos significaba mayor número de flechas incendiarias.
Pasaron los siglos...
Y un día arribaron al lugar grupos de gentes ataviadas de un modo singular, trayendo consigo otras costumbres, y otras leyes y otras religiones.
Se decían venidos de otras tierras allende el gran mar de turquesas (Golfo de México) y tanto hombres, como mujeres y niños, tenían la característica de estar siempre sonriendo como si fueran los seres más
felices de la tierra y tal vez esa alegría se debía a que después de haber sufrido mil penurias en las aguas borrascosas de un mar en convulsión habían
por fin llegado a las costas tropicales, donde había de todo, así frutos como animales de caza, agua y clima hermoso.
Se asentaron en ese lugar al que dieron por nombre, en su lengua Totonacan y ellos mismos se dijeron totonacas.
Pero los sacerdotes, los siete sacerdotes de la caverna del trueno no estuvieron conformes con aquella invasión de los extranjeros que traían consigo una gran cultura y se fueron a la cueva a producir truenos,
relámpagos, rayos y lluvias y torrenciales aguaceros con el fin de amendrentarlos.
Llovió mucho y durante varios días y sus noches, hasta que alguien se dio cuenta de que esas tempestades las provocaban los siete hechiceros, los siete sacerdotes de la caverna de los truenos.
No siendo amigos de la violencia, los totonacas los embarcaron en un pequeño bajel y dotándoles de provisiones y agua los lanzaron al mar de las turquesas en donde se perdieron para siempre.
Pero ahora era preciso dominar a esos dioses del trueno y de las lluvias para evitar el desastre del pueblo totonaca recién asentado y para el efecto se reunieron los sabios y los sacerdotes y gentes principales y decidieron que nada podría hacerse contra esas fuerzas que hoy llamamos sencillamente naturales y que sería mejor rendirles culto y pleitesía,
adorar a esos dioses y rogarles fueran magnánimos con ese pueblo que acababa de escapar de un monstruoso desastre.
Y en ese mismo lugar en donde había el templo y la caverna y se ejercía el culto al Dios del trueno, los totonacas u hombres sonrientes levantaron el asombroso templo del Tajín, que en su propia lengua quiere decir lugar de las tempestades. Y no sólo se rindió culto al Dios del Trueno sino que se le imploró durante 365 días, como número de nichos tiene este
monumento invocando el buen tiempo en cierta época del año y la lluvia, cuando es menester fertilizar las sementeras.
Hoy se levanta este maravilloso templo conocido en todo el mundo como pirámide o templo de El Tajín en donde curiosamente parecen generarse las tempestades y los truenos y las lluvias torrenciales.
Así nació la pirámide de El Tajín, levantada con veneración y respeto al Dios del Trueno, adorado por aquellas gentes que vivieron mucho antes de la llegada de los extranjeros, cuando el mundo parecía comenzar a existir.
miércoles, 29 de diciembre de 2010
jueves, 23 de diciembre de 2010
El Misterio de las Piedras de Ica
Corría el mes de Mayo del año 1.966. Al consultorio del doctor Javier Cabrera, situado en la Plaza de Armas del pueblo de Ica, llegó su amigo Félix Llosa Romero, llevándole un regalo. Se trataba de una piedra ovalada, de color negruzco y aristas redondeadas; tenía grabada en una de sus caras la imagen de un extraño pez y su peso era mayor del que, a primera vista, correspondía a su tamaño. "Quedará muy bien como pisapapeles en tu escritorio", dijo Llosa, también le dijo que su hermano poseía una gran colección, proveniente del caserío de Ocucaje, donde un "huaquero" (campesino que realiza excavaciones arqueológicas clandestinas) las extraía por docenas. El doctor Cabrera descarta con firmeza la posibilidad de que las piedras hayan sido grabadas por los incas. En primer lugar porque las piedras son muy anteriores al período en que los incas vivieron en Perú y, además, porque las piedras dan fe de conocimientos tecnológicos que los incas nunca poseyeron. En su enorme colección, el doctor Cabrera ha clasificado las piedras en diversos grupos, según los símbolos que presentan. Hay series que tratan de temas técnicos, otras de temas médicos, geográficos, antropológicos, zoológicos, etc. Hay series de piedras que describen con todo detalle la evolución de los dinosaurios, desde el huevo hasta la completa madurez; otras que relatan las incidencias de complejas intervenciones, y otras que explican con todo detalle cómo era el planeta Tierra antes de las grandes convulsiones geológicas que le imprimieron su conformación actual. LAS SERIES -SERIE DE MEDICINA. En esta serie se explica como dicha civilización practicaba trasplantes de corazón, de cerebro, de riñón, de hígado, etc. La humanidad cliptolítica parecía haber resuelto el problema del rechazo en los trasplantes de órganos, además, aparecían cesáreas y partos con acupuntura. Sabían del trasplante de las claves genéticas y de la conservación de los cuerpos, una vez consumadas las operaciones de trasplante.También aparecían los sistemas electrónicos que controlaban las más vitales funciones biológicas, mientras éste permanecía en la mesa de operaciones. -SERIE ASTRONOMICA. Grabaron las trece constelaciones hoy conocidas por la humanidad. También conocían lugares de el firmamento donde según esta remota humanidad existía vida vegetal, animal o inteligente además, aquella civilización grabó el paso de un cometa que muchos millones de años después iba a ser visto por el ser humano, el llamado hoy "kohoutek". -SERIE DE ASTRONAUTICA. Según estos grabados habían conseguido salir al espacio, ya que aparecen pájaros mecánicos a cuyos lomos surcaban los aires estos seres. En esta biblioteca se mostraba los sistemas empleados por el hombre de entonces para vencer la gravedad, para salir al cosmos sin necesidad del combustible y de la fuerza que hoy precisan nuestros cohetes. -SERIE SOBRE ANIMALES PREHISTORICOS Se puede ver las figuras de estos hombres de grandes cráneos y pequeña estatura que persiguen y matan los más diversos tipos de dinosaurios: stegosaurus, triceratops, iguanodontes, etc. Muestran los ciclos biológicos de estos saurios prehistóricos. ¿por qué desaparecieron súbita y totalmente de la faz de la tierra?. -SERIE SOBRE ANTIGUOS CONTINENTES Según estas piedras los continentes poco o nada tienen que ver con la distribución actual, entre ellos podían incluirse dos míticos continentes como la Atlántida y Mú. -SERIE SOBRE LA SALIDA DEL HOMBRE DE LA TIERRA El hombre del mesozoico dejó testimonio de su gran marcha o salida del planeta, aquella civilización olvidada grabó la partida de la tierra del grupo de los "elegidos", rumbo a un planeta concreto de lo que entonces era considerado como una constelación más: Pléyades. -SERIE SOBRE UN GRAN CATACLISMO Hay un anuncio en las piedra sobre la proximidad de un formidable cataclismo, fruto de un desequilibrio que provocaría dicha humanidad, dos de las tres lunas que aparecen en muchos grabados cayeron sobre la tierra, originando el caos y la destrucción de esta humanidad. La clave de esta destrucción puede estar en las pirámides representadas y que fueron construidas para captar, transformar y distribuir la energía electromagnética que rodeaba y rodea nuestro mundo. -SERIE DE FLORA, FAUNA Y RAZAS DEL PLANETA La humanidad de la era secundaria grabó sus conocimientos sobre evolución, ciclos biológicos, etc, de los animales que poblaban la tierra en aquellos tiempos, además de aparecer animales desconocidos para el hombre de hoy, aparecen otros como los canguros que no son oriundos del continente americano. Además de animales aparecen plantas y flores hoy extinguidas. El doctor Cabrera ha bautizado a las piedras con el nombre de "gliptolitos" y califica a quienes las grabaron de "humanidad gliptolítica". A partir de sus interpretaciones de los dibujos grabados en las piedras afirma que esa humanidad gliptolítica fue creada por una raza superior que llegó a la Tierra desde algún lugar del cosmos. Al llegar a nuestro planeta, esa raza no halló vida inteligente, y decidió crearla a partir de un primate emparentado con el lemur, llamado notharcus, que se extinguió hace 50 millones de años. En su libro El mensaje de las piedras grabadas de Ica (Inti Sol editores, Lima, 1.976), afirma: "Mediante el trasplante de códigos cognoscitivos a unos primates que pertenecían a un tipo de primate muy inteligente generaron hombres." Aparentemente, las piedras dicen que había varias categorías humanas: los de mayor poder cognoscitivo son los que el doctor Cabrera denomina "hombres reflexivos y científicos", por encima de los cuales se situaban, por supuesto, sus creadores, los hombres llegados del cosmos. Uno de los elementos que confirman la creencia del doctor Cabrera es una piedra donde está labrado un mapa del mundo tal como era en el período terciario (esta piedra está representada en la portada de su libro, reproducida en página 461). Allí, la forma y la disposición de los continentes es completamente diferente de la actual, y considerando que la geología no supo hasta fines del siglo XIX y principios del XX que los grandes cataclismos de fines del terciario habían provocado cambios espectaculares en la forma y disposición de los continentes, el doctor Cabrera sostiene que esa piedra sólo pudo ser labrada por hombres que vivieron en un planeta con esa configuración y que, además, poseían los medios técnicos necesarios para recorrerlo y observarlo desde grandes alturas. Las teorías del doctor Cabrera no han encontrado demasiado eco en la comunidad científica. Algunos de sus adversarios han llegado a asegurar que Basilio Uchuya, el huaquero que ha proporcionado la mayor parte de las piedras al doctor Cabrera., es el único artífice de las mismas; según esta teoría, Basilio las graba, untándolas después con betún de los zapatos y quemándolas para darles una falsa pátina de antigüedad. Esta ingeniosa teoría no tiene en cuenta la edad de Basilio ni el tiempo que requiere fabricar una de estas piedras. El huaquero podría haber hecho, en toda su vida, unas 10.000; ¡pero se acercan a las 40.000 las que se han catalogado hasta ahora, y cientos de miles las que se suponen aún enterradas!. No obstante, el doctor Cabrera no carece por completo de apoyo. El francés Chanoux, en su obra Enigma de los Andes, aseguraba que las piedras de Ica podrían ser "la biblioteca de los Atlantes que han existido hace 50 millones de años". El periodista español J. J. Benítez, en su libro "Existió otra humanidad" (Plaza y Janés, Barcelona, 1.977), hablaba del hallazgo de dos cerros artificiales que recubrían un pavimento de piedras grabadas, en un lugar cercano a Palpa (Perú) hacia el cual parecen apuntar nada menos que las líneas de nazca.
martes, 14 de diciembre de 2010
La máscara
Era una noche en la que mis padres se fueron de cena con unos amigos yo me quede contentísima porque podía subir al ático y ver todos los objetos viejos que un día nos dejó mi abuela.
Seguido que se fueran mis padres subí al ático y buscando encontré una mascara preciosa de color verde la bajé a casa y la colgué en la pared del salón me comí una pizza vi un poco el nuevo capitulo del internado y me metí a la cama y de pronto una voz empezó:
- El vaso. - y se rompió un vaso...
- El plato. -y se rompió el plato...
Hasta que de repente oí:
-La niña...
Me encogí de sabanas y ví como una sombra se me acercaba, la golpeé con un cojín y llamé a mis padres, pero ahora cada vez que me acuesto oigo la misma voz que dice:
-Me vengaré...
Seguido que se fueran mis padres subí al ático y buscando encontré una mascara preciosa de color verde la bajé a casa y la colgué en la pared del salón me comí una pizza vi un poco el nuevo capitulo del internado y me metí a la cama y de pronto una voz empezó:
- El vaso. - y se rompió un vaso...
- El plato. -y se rompió el plato...
Hasta que de repente oí:
-La niña...
Me encogí de sabanas y ví como una sombra se me acercaba, la golpeé con un cojín y llamé a mis padres, pero ahora cada vez que me acuesto oigo la misma voz que dice:
-Me vengaré...
martes, 7 de diciembre de 2010
Las tres rejas
El joven discípulo de un filósofo sabio le dijo:
—Maestro, un amigo suyo estuvo hablando
de usted con malevolencia.
—¡Espera! —lo interrumpió el filósofo —.
¿Ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a
contarme?
—¿Las tres rejas?
—Sí. La primera es la reja de la verdad.
¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es
absolutamente cierto?
—No; lo oí comentar a unos vecinos.
—Entonces al menos lo habrás hecho pasar
por la segunda reja, que es la bondad.
Esto que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?
—No, en realidad no. Al contrario...
— ¡Vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es
necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?
—A decir verdad, no.
—Entonces —dijo el sabio sonriendo —, si
no es verdadero, ni bueno, ni necesario, sepultémoslo
en el olvido.
—Maestro, un amigo suyo estuvo hablando
de usted con malevolencia.
—¡Espera! —lo interrumpió el filósofo —.
¿Ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a
contarme?
—¿Las tres rejas?
—Sí. La primera es la reja de la verdad.
¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es
absolutamente cierto?
—No; lo oí comentar a unos vecinos.
—Entonces al menos lo habrás hecho pasar
por la segunda reja, que es la bondad.
Esto que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?
—No, en realidad no. Al contrario...
— ¡Vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es
necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?
—A decir verdad, no.
—Entonces —dijo el sabio sonriendo —, si
no es verdadero, ni bueno, ni necesario, sepultémoslo
en el olvido.
martes, 30 de noviembre de 2010
La piel del venado
Los mayas cuentan que hubo una época en la cual la piel del venado era distinta a como hoy la conocemos. En ese tiempo, tenía un color muy claro, por eso el venado podía verse con mucha facilidad desde cualquier parte del monte. Gracias a ello, era presa fácil para los cazadores, quienes apreciaban mucho el sabor de su carne y la resistencia de su piel, que usaban en la construcción de escudos para los guerreros. Por esas razones, el venado era muy perseguido y estuvo a punto de desaparecer de El Mayab.
Pero un día, un pequeño venado bebía agua cuando escuchó voces extrañas; al voltear vio que era un grupo de cazadores que disparaban sus flechas contra él. Muy asustado, el cervatillo corrió tan veloz como se lo permitían sus patas, pero sus perseguidores casi lo atrapaban. Justo cuando una flecha iba a herirlo, resbaló y cayó dentro de una cueva oculta por matorrales.
En esta cueva vivían tres genios buenos, quienes escucharon al venado quejarse, ya que se había lastimado una pata al caer. Compadecidos por el sufrimiento del animal, los genios aliviaron sus heridas y le permitieron esconderse unos días. El cervatillo estaba muy agradecido y no se cansaba de lamer las manos de sus protectores, así que los genios le tomaron cariño.
En unos días, el animal sanó y ya podía irse de la cueva. Se despidió de los tres genios, pero antes de que se fuera, uno de ellos le dijo:
—¡Espera! No te vayas aún; queremos concederte un don, pídenos lo que más desees.
El cervatillo lo pensó un rato y después les dijo con seriedad:
—Lo que más deseo es que los venados estemos protegidos de los hombres, ¿ustedes pueden ayudarme?
—Claro que sí —aseguraron los genios. Luego, lo acompañaron fuera de la cueva. Entonces uno de los genios tomó un poco de tierra y la echó sobre la piel del venado, al mismo tiempo que otro de ellos le pidió al sol que sus rayos cambiaran de color al animal. Poco a poco, la piel del cervatillo dejó de ser clara y se llenó de manchas, hasta que tuvo el mismo tono que la tierra que cubre el suelo de El Mayab. En ese momento, el tercer genio dijo:
—A partir de hoy, la piel de los venados tendrá el color de nuestra tierra y con ella será confundida. Así los venados se ocultarán de los cazadores, pero si un día están en peligro, podrán entrar a lo más profundo de las cuevas, allí nadie los encontrará.
El cervatillo agradeció a los genios el favor que le hicieron y corrió a darles la noticia a sus compañeros. Desde ese día, la piel del venado representa a El Mayab: su color es el de la tierra y las manchas que la cubren son como la entrada de las cuevas. Todavía hoy, los venados sienten gratitud hacia los genios, pues por el don que les dieron muchos de ellos lograron escapar de los cazadores y todavía habitan la tierra de los mayas.
Pero un día, un pequeño venado bebía agua cuando escuchó voces extrañas; al voltear vio que era un grupo de cazadores que disparaban sus flechas contra él. Muy asustado, el cervatillo corrió tan veloz como se lo permitían sus patas, pero sus perseguidores casi lo atrapaban. Justo cuando una flecha iba a herirlo, resbaló y cayó dentro de una cueva oculta por matorrales.
En esta cueva vivían tres genios buenos, quienes escucharon al venado quejarse, ya que se había lastimado una pata al caer. Compadecidos por el sufrimiento del animal, los genios aliviaron sus heridas y le permitieron esconderse unos días. El cervatillo estaba muy agradecido y no se cansaba de lamer las manos de sus protectores, así que los genios le tomaron cariño.
En unos días, el animal sanó y ya podía irse de la cueva. Se despidió de los tres genios, pero antes de que se fuera, uno de ellos le dijo:
—¡Espera! No te vayas aún; queremos concederte un don, pídenos lo que más desees.
El cervatillo lo pensó un rato y después les dijo con seriedad:
—Lo que más deseo es que los venados estemos protegidos de los hombres, ¿ustedes pueden ayudarme?
—Claro que sí —aseguraron los genios. Luego, lo acompañaron fuera de la cueva. Entonces uno de los genios tomó un poco de tierra y la echó sobre la piel del venado, al mismo tiempo que otro de ellos le pidió al sol que sus rayos cambiaran de color al animal. Poco a poco, la piel del cervatillo dejó de ser clara y se llenó de manchas, hasta que tuvo el mismo tono que la tierra que cubre el suelo de El Mayab. En ese momento, el tercer genio dijo:
—A partir de hoy, la piel de los venados tendrá el color de nuestra tierra y con ella será confundida. Así los venados se ocultarán de los cazadores, pero si un día están en peligro, podrán entrar a lo más profundo de las cuevas, allí nadie los encontrará.
El cervatillo agradeció a los genios el favor que le hicieron y corrió a darles la noticia a sus compañeros. Desde ese día, la piel del venado representa a El Mayab: su color es el de la tierra y las manchas que la cubren son como la entrada de las cuevas. Todavía hoy, los venados sienten gratitud hacia los genios, pues por el don que les dieron muchos de ellos lograron escapar de los cazadores y todavía habitan la tierra de los mayas.
miércoles, 24 de noviembre de 2010
El murciélago de colores
Una vez existió un hermoso murciélago. Era la criatura más bella de la creación, ya que en su afán por parecerse al resto de las aves, subió al cielo y solicitó al creador poseer plumas. Éste le contestó que tenía su permiso para solicitar a otras aves sus mejores plumas. Y así lo hizo. Se dedicó a pedir las plumas de aquellos especímenes más vistosos y coloridos.
Tras un tiempo de recolección, el murciélago lucía, ufano, su nuevo y espectacular aspecto. Revoloteaba por toda la tierra recreándose en su imagen. Incluso, en una ocasión, con el eco de su vuelo provocó un maravilloso arco iris. Todos los animales lo observaban fascinados por su deslumbrante imagen. No obstante, los halagos comenzaron a hacer mella en él. La soberbia se apoderó de su raciocinio. Miraba con desprecio al resto de las aves, a las que consideraba inferiores a él por su belleza.
Percibía que ningún otro animal estaba a su altura. Hasta reprochó al colibrí que no eran tan agraciado como él. Consideraba que no existía otra cualidad más importante que no fuera el aspecto físico. El resto de aves se sentían humilladas ante el vuelo del murciélago. Su continuo pavoneo se hizo insoportable para todo el reino animal, y sus ofensas llegaron a oídos del creador. Éste decidió intervenir.
Tras observar la actitud del bello murciélago, lo hizo llamar y subir al cielo. Éste se sintió halagado al verse requerido por el ser supremo y su ego se elevó con él. Ante la presencia del creador, comenzó a aletear con una alegría desbordada. Aleteó una y otra vez, desprendiéndose, inconscientemente, de todas sus bellas plumas.
De pronto, se descubrió desnudo, como al principio de los tiempos. Avergonzado, descendió a la tierra, refugiándose en las cuevas y negándose la visión. Durante días, llovieron plumas de colores que éste no quiso observar, procurando olvidar lo hermoso que un día fue. Desde entonces, el murciélago vivió recluido en la oscuridad, lamentando su egoísta actitud.
Tras un tiempo de recolección, el murciélago lucía, ufano, su nuevo y espectacular aspecto. Revoloteaba por toda la tierra recreándose en su imagen. Incluso, en una ocasión, con el eco de su vuelo provocó un maravilloso arco iris. Todos los animales lo observaban fascinados por su deslumbrante imagen. No obstante, los halagos comenzaron a hacer mella en él. La soberbia se apoderó de su raciocinio. Miraba con desprecio al resto de las aves, a las que consideraba inferiores a él por su belleza.
Percibía que ningún otro animal estaba a su altura. Hasta reprochó al colibrí que no eran tan agraciado como él. Consideraba que no existía otra cualidad más importante que no fuera el aspecto físico. El resto de aves se sentían humilladas ante el vuelo del murciélago. Su continuo pavoneo se hizo insoportable para todo el reino animal, y sus ofensas llegaron a oídos del creador. Éste decidió intervenir.
Tras observar la actitud del bello murciélago, lo hizo llamar y subir al cielo. Éste se sintió halagado al verse requerido por el ser supremo y su ego se elevó con él. Ante la presencia del creador, comenzó a aletear con una alegría desbordada. Aleteó una y otra vez, desprendiéndose, inconscientemente, de todas sus bellas plumas.
De pronto, se descubrió desnudo, como al principio de los tiempos. Avergonzado, descendió a la tierra, refugiándose en las cuevas y negándose la visión. Durante días, llovieron plumas de colores que éste no quiso observar, procurando olvidar lo hermoso que un día fue. Desde entonces, el murciélago vivió recluido en la oscuridad, lamentando su egoísta actitud.
jueves, 18 de noviembre de 2010
La cruz de los milagros
Hay en la Iglesia del Milagro, en Corrientes, una rústica cruz que es venerada con el nombre de "Cruz de los Milagros". Una curiosa leyenda justifica ese nombre.
Cuenta la tradición que los españoles, cuando fundaron San Juan de Vera de las Siete Corrientes, llamado hoy Corrientes, después de elegir el lugar y antes de levantar el fuerte, decidieron erigir una gran cruz, símbolo de su fe cristiana.
La construyeron con una rama seca del bosque vecino, la plantaron luego, y a su alrededor edificaron el fuerte, con ramas y troncos de la selva.
Construido el fuerte y encerrados en él, los españoles se defendían de los asaltos que, desde el día siguiente, les llevaban sin cesar las tribus de los guaraníes, a los cuales derrotaban diariamente, con tanta astucia como denuedo. Los indios, de un natural impresionable, atribuían sus desastres a la cruz, por lo que decidieron quemarla, para destruir su maleficio. Se retiraron a sus selvas, en espera de una ocasión favorable, la cual se les presentó un día en que los españoles, por exceso de confianza, dejaron el fuerte casi abandonado.
La indiada, en gran número, rodeó la población, en tanto que huían los pocos españoles de la guardia, escondiéndose entre los matorrales.
Con ramas de quebracho hicieron los indios una gran hoguera, al pie de la cruz que se levantaba en medio del fuerte. las llamas lamían la madera sin quemarla; un indio tomó una rama encendida y la acercó a los brazos del madero; entonces, en el cielo límpido, fue vista de pronto una nube, de la cual partió un rayo que dio muerte al salvaje.
Cuando los otros guaraníes lo vieron caer fulminado a los pies de la cruz, huyeron despavoridos a sus selvas, convencidos de que el mismo cielo protegía a los hombres blancos. Los españoles, que escondidos entre la maleza presenciaban tan asombrosa escena, divulgaron luego este suceso, que no cayó, por cierto en el olvido. En la Iglesia del Milagro, en Corrientes, se encuentra hoy la Cruz de los Milagros: se la guarda en una caja de cristal de roca, donada por la colectividad española.
Cuenta la tradición que los españoles, cuando fundaron San Juan de Vera de las Siete Corrientes, llamado hoy Corrientes, después de elegir el lugar y antes de levantar el fuerte, decidieron erigir una gran cruz, símbolo de su fe cristiana.
La construyeron con una rama seca del bosque vecino, la plantaron luego, y a su alrededor edificaron el fuerte, con ramas y troncos de la selva.
Construido el fuerte y encerrados en él, los españoles se defendían de los asaltos que, desde el día siguiente, les llevaban sin cesar las tribus de los guaraníes, a los cuales derrotaban diariamente, con tanta astucia como denuedo. Los indios, de un natural impresionable, atribuían sus desastres a la cruz, por lo que decidieron quemarla, para destruir su maleficio. Se retiraron a sus selvas, en espera de una ocasión favorable, la cual se les presentó un día en que los españoles, por exceso de confianza, dejaron el fuerte casi abandonado.
La indiada, en gran número, rodeó la población, en tanto que huían los pocos españoles de la guardia, escondiéndose entre los matorrales.
Con ramas de quebracho hicieron los indios una gran hoguera, al pie de la cruz que se levantaba en medio del fuerte. las llamas lamían la madera sin quemarla; un indio tomó una rama encendida y la acercó a los brazos del madero; entonces, en el cielo límpido, fue vista de pronto una nube, de la cual partió un rayo que dio muerte al salvaje.
Cuando los otros guaraníes lo vieron caer fulminado a los pies de la cruz, huyeron despavoridos a sus selvas, convencidos de que el mismo cielo protegía a los hombres blancos. Los españoles, que escondidos entre la maleza presenciaban tan asombrosa escena, divulgaron luego este suceso, que no cayó, por cierto en el olvido. En la Iglesia del Milagro, en Corrientes, se encuentra hoy la Cruz de los Milagros: se la guarda en una caja de cristal de roca, donada por la colectividad española.
martes, 9 de noviembre de 2010
La máscara
Era una noche en la que mis padres se fueron de cena con unos amigos yo me quede contentísima porque podía subir al ático y ver todos los objetos viejos que un día nos dejó mi abuela.
Seguido que se fueran mis padres subí al ático y buscando encontré una mascara preciosa de color verde la bajé a casa y la colgué en la pared del salón me comí una pizza vi un poco el nuevo capitulo del internado y me metí a la cama y de pronto una voz empezó:
- El vaso. - y se rompió un vaso...
- El plato. -y se rompió el plato...
Hasta que de repente oí:
-La niña...
Me encogí de sabanas y ví como una sombra se me acercaba, la golpeé con un cojín y llamé a mis padres, pero ahora cada vez que me acuesto oigo la misma voz que dice:
-Me vengaré...
Seguido que se fueran mis padres subí al ático y buscando encontré una mascara preciosa de color verde la bajé a casa y la colgué en la pared del salón me comí una pizza vi un poco el nuevo capitulo del internado y me metí a la cama y de pronto una voz empezó:
- El vaso. - y se rompió un vaso...
- El plato. -y se rompió el plato...
Hasta que de repente oí:
-La niña...
Me encogí de sabanas y ví como una sombra se me acercaba, la golpeé con un cojín y llamé a mis padres, pero ahora cada vez que me acuesto oigo la misma voz que dice:
-Me vengaré...
martes, 2 de noviembre de 2010
El jinete sin cabeza
Se dice que en un pueblo muy aislado de toda civilización se contaba la historia de un jinete que acostumbraba a hacer su recorrido por las noches en un caballo muy hermoso, la gente muy extrañada se preguntaba ¿que hombre tan raro por que hace eso?, ya que no era muy usual que alguien saliera y menos por las noches, a hacer esos recorridos.
En una noche muy oscura y con fuertes relámpagos desapareció del lugar, sin dar señas de su desaparición. Pasaron los años y la gente ya se había olvidado de esa persona, y fue en una noche igual a la que desaparecio, que se escuchó nuevamente la cabalgata de aquel caballo. Por la curiosidad muchas personas se asomaron, y vieron un jinete cabalgar por las calles, fue cuando un relámpago cayó e iluminó al jinete y lo que vieron fue que ese jinete no tenia cabeza. La gente horrorizada se metió a sus casas y no se explicaban lo que habían visto...
En una noche muy oscura y con fuertes relámpagos desapareció del lugar, sin dar señas de su desaparición. Pasaron los años y la gente ya se había olvidado de esa persona, y fue en una noche igual a la que desaparecio, que se escuchó nuevamente la cabalgata de aquel caballo. Por la curiosidad muchas personas se asomaron, y vieron un jinete cabalgar por las calles, fue cuando un relámpago cayó e iluminó al jinete y lo que vieron fue que ese jinete no tenia cabeza. La gente horrorizada se metió a sus casas y no se explicaban lo que habían visto...
domingo, 24 de octubre de 2010
La mujer herrada
Vivía en la ciudad de México un buen sacerdote, acompañado de su ama de llaves, quien se encargaba de las tareas domésticas. Un herrero, el mejor amigo del buen capellán, desconfiaba instintivamente de la vieja ama de llaves, y así hubo de decírselo al cura, instándole repetidas veces para que la despidiera, aunque el sacerdote no llegó nunca a hacer caso de tales advertencias y consejos. Una noche, cuando ya el herrero se había acostado, llamaron a su puerta violentamente, y al abrir encontróse con dos hombres de color que llevaban una mula. Aquellos hombres rogaron al herrero que pusiera herraduras al animal, que pertenecía a su buen amigo el sacerdote, quien había sido llamado inopinadamente para emprender un viaje. Satisfizo el herrero el deseo de los desconocidos herrando la mula; y, cuando se alejaban, tuvo ocasión de ver que los indios castigaban cruelmente al animal. Intrigado e inquieto pasó la noche el herrero, y a primera hora del día siguiente se encaminó a casa de su buen amigo el sacerdote. Largo rato estuvo llamando a la puerta de la casa, sin obtener respuesta, hasta que el capellán fue a franquearle el paso con ojos soñolientos, señal evidente de que acababa de abandonar el lecho. Enterado por el herrero de lo que sucedió aquella noche, le manifestó que él no había efectuado viaje alguno ni tampoco dado orden para que fueran a herrar la mula. Después, ya bien despierto, se rió el buen capellán muy a su gusto, de la broma de que había sido objeto el herrero. Ambos amigos fueron al cuarto del ama de llaves, por si ésta estaba en antecedentes de lo ocurrido. Llamaron repetidas veces a la puerta, y como nadie les contestara, forzaron la cerradura y entraron en la habitación. Un vago temor les invadía al franquear el umbral y una emoción terrible experimentaron al hallarse dentro del cuarto. El espectáculo que se ofreció ante sus ojos era horrible. Sobre la cama ensangrentada, yacía el cadáver de la vieja ama de llaves que ostentaba, clavadas en sus pies y manos, las herraduras que el herrero había puesto la noche anterior a la mula. Los aterrorizados amigos convinieron en que la desdichada mujer había cometido un gran pecado, y que los demonios, tomando el aspecto de indios, la habían convertido en mula para castigarla.
lunes, 18 de octubre de 2010
La niña que se encantó con un lugar llamado Kiwkiulime
Dicen que hace mucho tiempo atrás en un lugar de Chan-chan, una mujer fue con su pequeña hija a mariscar en el mar. Rápidamente recogió lo que necesitaba. Cuando iban de regreso a su casa, caminando por las orillas del mar, la niña corría por todos lados. De repente pasaba por delante de su madre luego se quedaba muy atrás. Su madre le decía: no te alejes mucho de mi hija, anda con cuidado. De repente la mujer vio que muy mar adentro venía hacia fuera una inmensa nube. Cuando más cerca la veía, le parecía como un sol y sin darse cuenta estaba con su hija entre esa nube y no veía nada. Pero luego, la nube desapareció y cuando miró hacia el lado que iba su niña, ésta no estaba, había desaparecido. Miró por todos lados, sin saber que había ocurrido con su hija. Desesperadamente la llamaba, pero, no apareció. Pasaron los días se dirigió a una machi para saber que había sucedido.
La machi le dijo: Su hija está viva y vive en una casa de oro, ella está muy bien. Así es que no la busquen más.
La niña se había encantado en el lugar de kiwkiwlime en Chan-chan. Y un día en que ya había pasado bastante tiempo de la desaparición de la niña, hubo una salida del mar y dejó abundante peces, algas y moluscos y que la gente de ese lugar recogió. Esto era como un pago que daba el dueño del mar a la familia de la niña que había tomado como esposa.
Leyenda mapuche.
La machi le dijo: Su hija está viva y vive en una casa de oro, ella está muy bien. Así es que no la busquen más.
La niña se había encantado en el lugar de kiwkiwlime en Chan-chan. Y un día en que ya había pasado bastante tiempo de la desaparición de la niña, hubo una salida del mar y dejó abundante peces, algas y moluscos y que la gente de ese lugar recogió. Esto era como un pago que daba el dueño del mar a la familia de la niña que había tomado como esposa.
Leyenda mapuche.
lunes, 11 de octubre de 2010
El Forastero y la Niña
Leyenda real de una niña de 8 años que anda en los pueblos de la sierra del Perú.
Esta leyenda nacio en un pueblo alejado de las carreteras, rodeado por chacras donde las casas estan a 600 metros de distancia entre si.
La historia ya era conocida en ese pueblo. Un dia un forastero decide hospedarse por unos dias en una casa de ese pueblo por una semana y luego continuar su viaje.
En ese dia el forastero ya dormido a la media noche escucha la puerta : pod pod pod. Él se desperto y se pregunto quien toca a estas horas, al abrir la puerta se encuentra con una niña con rasgos de quemaduras, entonces el forastero le pregunta: ¿que necesitas niña a estas horas?, ella responde, ¿me regalaria un vaso con agua?, y el le dice si claro que si , despues de darle el vaso con agua la niña se retira.
Al dia siguiente la misma niña fue a la misma hora donde el forastero y lo mismo le pidio; pasaron 4 dias seguidos que la niña iba. Entonces el Forastero decide hacerle unas preguntas, esperó que sea la media noche, y llegada la hora la niña toca la puerta, pod pod pod, el forastero abre la puerta y la niña le pide si le pudiera regalar un poco de agua en su vaso, el forastero saca un poco de agua y le da a la niña.
Cuando la niña se iba ,el forastero decide preguntarle y le dice: ¿niña para quien llevas ese vaso con agua?..ella dice para mi papà , y el forastero pregunta ¿y donde esta tu papá?..ella le dice: él se esta quemando...el forastero queda sorprendido y le pregunta: ¿QUIEN ES TU PAPA?..y la niña grita con una voz terrorizante: ¡es EL DIABLOOO!.
Aquel grito fue escuchado por todo el pueblo y el forastero fallecio 2 dias despues..se dice que la niña sale a penar los 21 de febrero de todos los años, durante 2 semanas atacando a turistas ....quien sera la proxima victima?
Esta leyenda nacio en un pueblo alejado de las carreteras, rodeado por chacras donde las casas estan a 600 metros de distancia entre si.
La historia ya era conocida en ese pueblo. Un dia un forastero decide hospedarse por unos dias en una casa de ese pueblo por una semana y luego continuar su viaje.
En ese dia el forastero ya dormido a la media noche escucha la puerta : pod pod pod. Él se desperto y se pregunto quien toca a estas horas, al abrir la puerta se encuentra con una niña con rasgos de quemaduras, entonces el forastero le pregunta: ¿que necesitas niña a estas horas?, ella responde, ¿me regalaria un vaso con agua?, y el le dice si claro que si , despues de darle el vaso con agua la niña se retira.
Al dia siguiente la misma niña fue a la misma hora donde el forastero y lo mismo le pidio; pasaron 4 dias seguidos que la niña iba. Entonces el Forastero decide hacerle unas preguntas, esperó que sea la media noche, y llegada la hora la niña toca la puerta, pod pod pod, el forastero abre la puerta y la niña le pide si le pudiera regalar un poco de agua en su vaso, el forastero saca un poco de agua y le da a la niña.
Cuando la niña se iba ,el forastero decide preguntarle y le dice: ¿niña para quien llevas ese vaso con agua?..ella dice para mi papà , y el forastero pregunta ¿y donde esta tu papá?..ella le dice: él se esta quemando...el forastero queda sorprendido y le pregunta: ¿QUIEN ES TU PAPA?..y la niña grita con una voz terrorizante: ¡es EL DIABLOOO!.
Aquel grito fue escuchado por todo el pueblo y el forastero fallecio 2 dias despues..se dice que la niña sale a penar los 21 de febrero de todos los años, durante 2 semanas atacando a turistas ....quien sera la proxima victima?
jueves, 30 de septiembre de 2010
El mico brujo
En Guatemala y en toda la región centroamericana se conoce la leyenda del “Mico Brujo”. En algunas partes también le dicen la Mona.
Decían nuestros antepasados que había unas mujeres que a las once de la noche se daban tres volantines para atrás y luego tres para adelante; que esta mujeres tenían un guacal blanco y que a la última voltereta vomitaban el alma en el guacal. Ya sin alma, tomaban figura de monos o micos y se dedicaban a hacer “diabluras”.
Y así, estas brujas, acompañadas de la oscuridad de la noche, se trepaban a los árboles y tiraban frutas a la gente. Se subían a los techos de las casas, saltando de un lugar a otro y arrojando pedradas contra las piedras de la calle. Muchas personas han tratado de agarrar y matar a la mona o al mico, pero de nada les sirve, pues cuando ya están cerca y creen tenerlo acorralado se les esfuma como por encanto.
También contaban nuestros antepasados que estas mujeres podían convertirse en cerdas grandes, negras y llenas de lodo.
Apenas veían a la persona “señalada”, aligeraban su trote y comenzaban a gruñir. Embestían furiosamente a la persona y le daban trompadas y mordiscos en las piernas hasta derribarla y hacerle perder el conocimiento. Al día siguiente, la víctima amanecía molida y mordida, y con los bolsillos vacíos.
Decían nuestros antepasados que había unas mujeres que a las once de la noche se daban tres volantines para atrás y luego tres para adelante; que esta mujeres tenían un guacal blanco y que a la última voltereta vomitaban el alma en el guacal. Ya sin alma, tomaban figura de monos o micos y se dedicaban a hacer “diabluras”.
Y así, estas brujas, acompañadas de la oscuridad de la noche, se trepaban a los árboles y tiraban frutas a la gente. Se subían a los techos de las casas, saltando de un lugar a otro y arrojando pedradas contra las piedras de la calle. Muchas personas han tratado de agarrar y matar a la mona o al mico, pero de nada les sirve, pues cuando ya están cerca y creen tenerlo acorralado se les esfuma como por encanto.
También contaban nuestros antepasados que estas mujeres podían convertirse en cerdas grandes, negras y llenas de lodo.
Apenas veían a la persona “señalada”, aligeraban su trote y comenzaban a gruñir. Embestían furiosamente a la persona y le daban trompadas y mordiscos en las piernas hasta derribarla y hacerle perder el conocimiento. Al día siguiente, la víctima amanecía molida y mordida, y con los bolsillos vacíos.
jueves, 23 de septiembre de 2010
La algarroba
Leyenda quichua.
Era en tiempos de los Incas. Los quichuas adoraban con sumo respeto y con las principales honras a Viracocha, señor supremo del reino. También adoraban a Inti, a las estrellas, al trueno y a la tierra.
Conocían a esta última con el nombre de Pachamama, que es como decir “Madre Tierra” y a ella acudían para pedir abundantes cosechas, la feliz realización de una empresa, caza numerosa, protección para las enfermedades, para el granizo, para el viento helado, la niebla y para todo lo que podía ser causa de desgracia o sinsabor.
Levantaban en su honor altares o monumentos a lo largo de los caminos.
Los llamaban apachetas y consistían en una cantidad de piedras amontonadas unas encima de las otras, formando un pequeño montículo.
Allí se detenía el indio a orar, a encomendarse a la Pachamama, cuando pasaba por el camino al alejarse del lugar por tiempo indeterminado o simplemente cuando se dirigía al valle llevando sus animales a pastar.
Para ponerse bajo la protección de la Pachamama, depositaba en la apacheta, coca, Ilicta, o cualquier alimento que tuviera en gran estima, seguro de conseguir el pedido hecho a la divinidad.
Respetuoso de la tradición y de las costumbres, el pueblo quichua jamás había olvidado sus obligaciones hacia los dioses que regían sus vidas.
Pero llegó un tiempo de gran abundancia en que los campos sembrados de maíz eran vergeles maravillosos que daban copiosa cosecha, la tierra se prodigaba con exuberancia y la ociosidad fue apoderándose de ese pueblo laborioso que, olvidando sus obligaciones, abandonó poco a poco el trabajo para dedicarse a la holganza, al vicio y a la orgía.
Se desperdiciaba el alimento que tan poco costaba conseguir, y con las espigas de maíz, que las plantas entregaban sin tasa, fabricaban chicha con la que llenaban vasijas en cantidades nunca vistas.
Fue una época sin precedentes.
El vicio dominaba a hombres y mujeres. Ellos, en su inconsciencia, sólo pensaban en entregarse a los placeres bebiendo de continuo y con exceso, comiendo en la misma forma y danzando durante todo el tiempo que no dedicaban al sueño o al descanso.
Los depósitos repletos proveían del alimento necesario y nadie pensó que esa fuente que les proporcionaba granos y frutos en abundancia, se agotaría alguna vez.
El desenfreno continuaba y nada había que llamara a ese pueblo a la reflexión y a la vida ordenada y normal.
Llegó la época en que se hacía imprescindible sembrar, si se pretendía cosechar.
Pero nadie pensaba en ello.
Inti, entonces, al comprobar que el pueblo desagradecido olvidaba los favores brindados por la Pachamama, queriendo darles su merecido, resolvió castigarlos.
Con el calor de sus rayos, que envió a la tierra como dardos de fuego, secó los ríos y lagunas, los lagos y las vertientes, y como consecuencia, la tierra se endureció, las plantas perdieron sus hojas verdes y sus flores, los tallos se doblaron y los troncos y las ramas de los árboles, resecos y polvorientos, parecían brazos retorcidos y sin vida.
En los graneros aun quedaban alimentos, y en los cántaros, chicha. ¿Qué importancia tenía, entonces, para esas gentes, que las plantas se secaran y que el río hubiera dejado de correr, y seco y sin vida, mostrara las paredes pedregosas de su lecho ?
Mientras durara la chicha no podría desaparecer la felicidad ni la alegría. Pero un día llegó en que, con asombro, comprobaron que los graneros no eran inagotables y que para servirse de sus granos y de sus frutos, era necesario depositarlos primero.
El alimento comenzó a escasear, y con ello las penurias, la miseria y el hambre hicieron su aparición.
Recapacitaron entonces los quichuas, decidiendo volver a trabajar los campos y a sembrarlos.
Pero el castigo de Inti no había terminado y la tierra, cada vez más reseca y dura, no se dejaba clavar los útiles con que pretendían labrarla y así era imposible poner la semilla.
La desolación y la miseria fueron las soberanas de ese pueblo que, en un instante, olvidó las leyes de sus dioses y sus obligaciones con la vida.
Los animales, flacos, sin fuerzas, morían en cantidad y parecía mentira que esos campos, que al presente se asemejaban al más desolado de los páramos, hubieran podido ser, alguna vez, praderas alegres cubiertas de hierbas y de árboles o de extensas plantaciones de maíz, en las que los frutos se ofrecían generosos.
Los niños, pobres víctimas inocentes de los pecados y de la disipación de los mayores, débiles, flacos, con los rostros macilentos, los ojos grandes y desorbitados, verdaderos exponentes de miseria y de dolor, sólo abrían sus bocas resecas para pedir algo que comer.
Los más débiles morían sin que nadie pudiera hacer algo por ellos.
El sol caía a plomo. De una de las casas de piedra que se hallaban en los alrededores de la población, una mujer salió, corriendo desesperada.
Era Urpila, que, enloquecida porque sus hijos morían de hambre y de sed, arrepentida de las faltas cometidas en los últimos tiempos y enrostrando a todos su vergüenza, su pecado y su olvido de Inti y de la Pachamama, corría a la primera apacheta del camino a pedir protección a la Madre Tierra y a depositar su ofrenda de coca y de Ilicta, últimas porciones que había podido conseguir.
Llegó a la apacheta y casi sin fuerzas, comenzó:
Pachamama,Madre Tierra,
Kusiya... Kusiya...
Lloró y se desesperó ante el altar de la diosa, prometiendo enmienda y sacrificios.
Extenuada, sin fuerzas para continuar, se sentó en el suelo, apoyando su cuerpo cansado en el tronco de un árbol que crecía a pocos pasos y cuyas ramas secas parecían retorcerse en el espacio. Tan grande era su fatiga, tanta su debilidad, que, vencida, bajó la cabeza y no tardó en quedarse profundamente dormida. Tuvo sueños felices. La Pachamama, valorando su arrepentimiento, llenó su alma de visiones de esperanza y acercándose a ella, con toda la grandeza que como diosa le concernía, le habló generosa:
— No te desesperes, mujer. El castigo ha dado sus frutos y el pueblo, arrepentido como tú misma, de su ocio y de su desenfreno, retornará a su existencia anterior, que es la justa, la verdadera. La vida renacerá sobre la tierra que volverá a brindar sus frutos y su belleza.
Cuando despiertes, y antes de irte, abre tus brazos y recibe las vainas que ha de regalarte este “Árbol”, desde hoy sagrado. Que las coman tus hijos y los hijos de las otras madres, que con ellas calmarán su hambre y apagarán su sed. Tu humildad y tu arrepentimiento han hecho posible este milagro que Inti realiza para ti.
Cuando Urpila despertó creyó morir, tal era su decepción. El aspecto de la tierra en nada había variado y la visión había desaparecido.
Se convenció de que su sueño había sido sólo eso: un sueño.
Pero, recapacitando, volvieron a su mente las palabras de la Pachamama y recordó al “Árbol”. Levantó entonces sus ojos hacia las ramas que parecían secas, y tal como la diosa lo anunciara, las vainas doradas se ofrecían a su desesperación como una esperanza de vida.
Cambió en un instante su estado de ánimo dándole fuerzas extraordinarias.
Se levantó ansiosa y cortó los frutos generosos hasta que entre sus brazos no cupieron más.
Entonces corrió al pueblo, hizo conocer la nueva y todos se lanzaron a buscar las milagrosas vainas color castaño, mientras ella repartía entre sus hijos el tesoro que encerraban sus brazos de madre y que le había concedido la Pachamama...
El pueblo volvió a la vida y veneró desde entonces al “Árbol Sagrado” que fue su salvación y que, a partir de ese día, les brindan pan y bebida que ellos reciben como un don.
Ese árbol venerado es el algarrobo, que tiene la virtud, además de las nombradas, de ser, en tiempos de grandes sequías, el único alimento de los animales.
Era en tiempos de los Incas. Los quichuas adoraban con sumo respeto y con las principales honras a Viracocha, señor supremo del reino. También adoraban a Inti, a las estrellas, al trueno y a la tierra.
Conocían a esta última con el nombre de Pachamama, que es como decir “Madre Tierra” y a ella acudían para pedir abundantes cosechas, la feliz realización de una empresa, caza numerosa, protección para las enfermedades, para el granizo, para el viento helado, la niebla y para todo lo que podía ser causa de desgracia o sinsabor.
Levantaban en su honor altares o monumentos a lo largo de los caminos.
Los llamaban apachetas y consistían en una cantidad de piedras amontonadas unas encima de las otras, formando un pequeño montículo.
Allí se detenía el indio a orar, a encomendarse a la Pachamama, cuando pasaba por el camino al alejarse del lugar por tiempo indeterminado o simplemente cuando se dirigía al valle llevando sus animales a pastar.
Para ponerse bajo la protección de la Pachamama, depositaba en la apacheta, coca, Ilicta, o cualquier alimento que tuviera en gran estima, seguro de conseguir el pedido hecho a la divinidad.
Respetuoso de la tradición y de las costumbres, el pueblo quichua jamás había olvidado sus obligaciones hacia los dioses que regían sus vidas.
Pero llegó un tiempo de gran abundancia en que los campos sembrados de maíz eran vergeles maravillosos que daban copiosa cosecha, la tierra se prodigaba con exuberancia y la ociosidad fue apoderándose de ese pueblo laborioso que, olvidando sus obligaciones, abandonó poco a poco el trabajo para dedicarse a la holganza, al vicio y a la orgía.
Se desperdiciaba el alimento que tan poco costaba conseguir, y con las espigas de maíz, que las plantas entregaban sin tasa, fabricaban chicha con la que llenaban vasijas en cantidades nunca vistas.
Fue una época sin precedentes.
El vicio dominaba a hombres y mujeres. Ellos, en su inconsciencia, sólo pensaban en entregarse a los placeres bebiendo de continuo y con exceso, comiendo en la misma forma y danzando durante todo el tiempo que no dedicaban al sueño o al descanso.
Los depósitos repletos proveían del alimento necesario y nadie pensó que esa fuente que les proporcionaba granos y frutos en abundancia, se agotaría alguna vez.
El desenfreno continuaba y nada había que llamara a ese pueblo a la reflexión y a la vida ordenada y normal.
Llegó la época en que se hacía imprescindible sembrar, si se pretendía cosechar.
Pero nadie pensaba en ello.
Inti, entonces, al comprobar que el pueblo desagradecido olvidaba los favores brindados por la Pachamama, queriendo darles su merecido, resolvió castigarlos.
Con el calor de sus rayos, que envió a la tierra como dardos de fuego, secó los ríos y lagunas, los lagos y las vertientes, y como consecuencia, la tierra se endureció, las plantas perdieron sus hojas verdes y sus flores, los tallos se doblaron y los troncos y las ramas de los árboles, resecos y polvorientos, parecían brazos retorcidos y sin vida.
En los graneros aun quedaban alimentos, y en los cántaros, chicha. ¿Qué importancia tenía, entonces, para esas gentes, que las plantas se secaran y que el río hubiera dejado de correr, y seco y sin vida, mostrara las paredes pedregosas de su lecho ?
Mientras durara la chicha no podría desaparecer la felicidad ni la alegría. Pero un día llegó en que, con asombro, comprobaron que los graneros no eran inagotables y que para servirse de sus granos y de sus frutos, era necesario depositarlos primero.
El alimento comenzó a escasear, y con ello las penurias, la miseria y el hambre hicieron su aparición.
Recapacitaron entonces los quichuas, decidiendo volver a trabajar los campos y a sembrarlos.
Pero el castigo de Inti no había terminado y la tierra, cada vez más reseca y dura, no se dejaba clavar los útiles con que pretendían labrarla y así era imposible poner la semilla.
La desolación y la miseria fueron las soberanas de ese pueblo que, en un instante, olvidó las leyes de sus dioses y sus obligaciones con la vida.
Los animales, flacos, sin fuerzas, morían en cantidad y parecía mentira que esos campos, que al presente se asemejaban al más desolado de los páramos, hubieran podido ser, alguna vez, praderas alegres cubiertas de hierbas y de árboles o de extensas plantaciones de maíz, en las que los frutos se ofrecían generosos.
Los niños, pobres víctimas inocentes de los pecados y de la disipación de los mayores, débiles, flacos, con los rostros macilentos, los ojos grandes y desorbitados, verdaderos exponentes de miseria y de dolor, sólo abrían sus bocas resecas para pedir algo que comer.
Los más débiles morían sin que nadie pudiera hacer algo por ellos.
El sol caía a plomo. De una de las casas de piedra que se hallaban en los alrededores de la población, una mujer salió, corriendo desesperada.
Era Urpila, que, enloquecida porque sus hijos morían de hambre y de sed, arrepentida de las faltas cometidas en los últimos tiempos y enrostrando a todos su vergüenza, su pecado y su olvido de Inti y de la Pachamama, corría a la primera apacheta del camino a pedir protección a la Madre Tierra y a depositar su ofrenda de coca y de Ilicta, últimas porciones que había podido conseguir.
Llegó a la apacheta y casi sin fuerzas, comenzó:
Pachamama,Madre Tierra,
Kusiya... Kusiya...
Lloró y se desesperó ante el altar de la diosa, prometiendo enmienda y sacrificios.
Extenuada, sin fuerzas para continuar, se sentó en el suelo, apoyando su cuerpo cansado en el tronco de un árbol que crecía a pocos pasos y cuyas ramas secas parecían retorcerse en el espacio. Tan grande era su fatiga, tanta su debilidad, que, vencida, bajó la cabeza y no tardó en quedarse profundamente dormida. Tuvo sueños felices. La Pachamama, valorando su arrepentimiento, llenó su alma de visiones de esperanza y acercándose a ella, con toda la grandeza que como diosa le concernía, le habló generosa:
— No te desesperes, mujer. El castigo ha dado sus frutos y el pueblo, arrepentido como tú misma, de su ocio y de su desenfreno, retornará a su existencia anterior, que es la justa, la verdadera. La vida renacerá sobre la tierra que volverá a brindar sus frutos y su belleza.
Cuando despiertes, y antes de irte, abre tus brazos y recibe las vainas que ha de regalarte este “Árbol”, desde hoy sagrado. Que las coman tus hijos y los hijos de las otras madres, que con ellas calmarán su hambre y apagarán su sed. Tu humildad y tu arrepentimiento han hecho posible este milagro que Inti realiza para ti.
Cuando Urpila despertó creyó morir, tal era su decepción. El aspecto de la tierra en nada había variado y la visión había desaparecido.
Se convenció de que su sueño había sido sólo eso: un sueño.
Pero, recapacitando, volvieron a su mente las palabras de la Pachamama y recordó al “Árbol”. Levantó entonces sus ojos hacia las ramas que parecían secas, y tal como la diosa lo anunciara, las vainas doradas se ofrecían a su desesperación como una esperanza de vida.
Cambió en un instante su estado de ánimo dándole fuerzas extraordinarias.
Se levantó ansiosa y cortó los frutos generosos hasta que entre sus brazos no cupieron más.
Entonces corrió al pueblo, hizo conocer la nueva y todos se lanzaron a buscar las milagrosas vainas color castaño, mientras ella repartía entre sus hijos el tesoro que encerraban sus brazos de madre y que le había concedido la Pachamama...
El pueblo volvió a la vida y veneró desde entonces al “Árbol Sagrado” que fue su salvación y que, a partir de ese día, les brindan pan y bebida que ellos reciben como un don.
Ese árbol venerado es el algarrobo, que tiene la virtud, además de las nombradas, de ser, en tiempos de grandes sequías, el único alimento de los animales.
martes, 7 de septiembre de 2010
El sol rojo
Leyenda guaraní.
Entre los indios mocoretaes había uno, joven, aguerrido y valiente llamado Igtá (hábil nadador) que amaba a la más buena y hermosa de las mujeres de su tribu, Picazú (paloma torcaz), y quería casarse con ella.
Los padres de Picazú consintieron en que se realizase tal boda; pero siendo necesario para ello la aprobación de la Luna, llamaron al Tuyá (adivino) de la tribu para que la consultara.
Era una noche plácida y serena. La luz blanca, clara, brillante y hermosa de la Luna iluminaba los campos y las tolderías de los indios. Y el Tuyá interpretó:
-Esa luz que nos envía la Luna significa que ella aprueba satisfecha la boda de Igtá y Picazú.
Entonces, el Jefe de la tribu ordenó a Igtá demostrase a todos que en verdad era digno y merecedor de tomar compañera. Para ello debía arrojarse a las aguas de la laguna y nadar durante largo rato. Después, ir en busca de un gran número de presas de caza.
Igtá, que era excelente nadador y había cazado mucho desde su niñez, realizó las pruebas con el mayor éxito, pues nadó cuanto se lo pidió y trajo entre sus brazos abundante caza.
Las ceremonias de la boda realizáronse una noche, después de tres lunas. Se encendió una gran hoguera, a cuyo alrededor todos los indios comían, bebían, bailaban y gritaban, festejando tan grande acontecimiento.
Pero algo faltaba para que Igtá y Picazú fueran felices: tener la seguridad de que Tupá, su dios bueno, había aprobado también la boda. Y esperaron.
¡Cuál no sería su pena y desconsuelo, cuando llegada la noche siguiente comenzó a caer una copiosa lluvia! Eran las lágrimas de Tupá las que caían sobre la tribu para significar el descontento y desaprobación del dios por haberse realizado la unión de los jóvenes indios.
Igtá y Picazú no podían, pues, continuar unidos perteneciendo a la tribu. Debían huir y arrojarse a las aguas de la laguna. Allí había una isla donde moraban todos los que se habían casado contrariando la voluntad de Tupá. Los dos debían ir a esa isla para no volver jamás.
Al día siguiente cesó la lluvia. Y por la tarde, a la hora en que el sol iba a ocultarse en el ocaso, Igtá y Picazú se arrojaron al agua y comenzaron a nadar.
Los indios de su tribu, reunidos a orillas de la laguna, viéndolos alejarse lentamente, los injuriaban y maldecían para aplacar el enojo de Tupá y evitar sus castigos, pues ésta era su creencia.
Igtá, hábil nadador, consiguió nadar buen trecho, ayudando también a su infortunada compañera. Poco faltaba a Igtá y Picazú para llegar a la isla sanos y salvos, cuando una nueva desgracia cayó sobre ellos: Ñuatí (Espina), un guerrero malvado de la tribu, les arrojó una flecha. Todos los indios lo imitaron, y entonces fue una lluvia de flechas la que llegó hasta Picazú e Igtá, quienes, heridos quizás por ellas, desaparecieron de la superficie de las aguas.
En ese preciso instante el sol, que se hundía en el horizonte, tomó un intenso color rojo; y su luz tiñó la laguna e iluminó de rojo los campos y el cielo.
Esto llenó de asombro a los indios, los que, atemorizados, huyeron velozmente, alejándose de la laguna.
Mientras tanto Igtá y Picazú, ayudados sin duda por Tupá porque eran buenos, lograban salvarse y llegar a la isla, donde podrían al fin vivir felices, pues se amaban mucho.
Entre los indios mocoretaes había uno, joven, aguerrido y valiente llamado Igtá (hábil nadador) que amaba a la más buena y hermosa de las mujeres de su tribu, Picazú (paloma torcaz), y quería casarse con ella.
Los padres de Picazú consintieron en que se realizase tal boda; pero siendo necesario para ello la aprobación de la Luna, llamaron al Tuyá (adivino) de la tribu para que la consultara.
Era una noche plácida y serena. La luz blanca, clara, brillante y hermosa de la Luna iluminaba los campos y las tolderías de los indios. Y el Tuyá interpretó:
-Esa luz que nos envía la Luna significa que ella aprueba satisfecha la boda de Igtá y Picazú.
Entonces, el Jefe de la tribu ordenó a Igtá demostrase a todos que en verdad era digno y merecedor de tomar compañera. Para ello debía arrojarse a las aguas de la laguna y nadar durante largo rato. Después, ir en busca de un gran número de presas de caza.
Igtá, que era excelente nadador y había cazado mucho desde su niñez, realizó las pruebas con el mayor éxito, pues nadó cuanto se lo pidió y trajo entre sus brazos abundante caza.
Las ceremonias de la boda realizáronse una noche, después de tres lunas. Se encendió una gran hoguera, a cuyo alrededor todos los indios comían, bebían, bailaban y gritaban, festejando tan grande acontecimiento.
Pero algo faltaba para que Igtá y Picazú fueran felices: tener la seguridad de que Tupá, su dios bueno, había aprobado también la boda. Y esperaron.
¡Cuál no sería su pena y desconsuelo, cuando llegada la noche siguiente comenzó a caer una copiosa lluvia! Eran las lágrimas de Tupá las que caían sobre la tribu para significar el descontento y desaprobación del dios por haberse realizado la unión de los jóvenes indios.
Igtá y Picazú no podían, pues, continuar unidos perteneciendo a la tribu. Debían huir y arrojarse a las aguas de la laguna. Allí había una isla donde moraban todos los que se habían casado contrariando la voluntad de Tupá. Los dos debían ir a esa isla para no volver jamás.
Al día siguiente cesó la lluvia. Y por la tarde, a la hora en que el sol iba a ocultarse en el ocaso, Igtá y Picazú se arrojaron al agua y comenzaron a nadar.
Los indios de su tribu, reunidos a orillas de la laguna, viéndolos alejarse lentamente, los injuriaban y maldecían para aplacar el enojo de Tupá y evitar sus castigos, pues ésta era su creencia.
Igtá, hábil nadador, consiguió nadar buen trecho, ayudando también a su infortunada compañera. Poco faltaba a Igtá y Picazú para llegar a la isla sanos y salvos, cuando una nueva desgracia cayó sobre ellos: Ñuatí (Espina), un guerrero malvado de la tribu, les arrojó una flecha. Todos los indios lo imitaron, y entonces fue una lluvia de flechas la que llegó hasta Picazú e Igtá, quienes, heridos quizás por ellas, desaparecieron de la superficie de las aguas.
En ese preciso instante el sol, que se hundía en el horizonte, tomó un intenso color rojo; y su luz tiñó la laguna e iluminó de rojo los campos y el cielo.
Esto llenó de asombro a los indios, los que, atemorizados, huyeron velozmente, alejándose de la laguna.
Mientras tanto Igtá y Picazú, ayudados sin duda por Tupá porque eran buenos, lograban salvarse y llegar a la isla, donde podrían al fin vivir felices, pues se amaban mucho.
domingo, 29 de agosto de 2010
Las gemelas
Las niñas tuvieron que cruzar solas porque a la madre la llamaron del trabajo para que fuera urgentemente. Les dijo a las niñas que cruzaran solas, pero que tuvieran cuidado, mirando a los dos lados. Las niñas obedecieron. Nada más girarse la madre para marcharse oyó un golpe muy fuerte detrás de ella. Eran sus hijas, habían sido atropelladas por un camión. desgraciadamente, las dos habían muerto. Cuatro años más tarde la madre, aún joven, ya que tenía 34 años, todavía vivía en la misma casa cerca de la carretera y no olvidaba ningún día a sus dos gemelas. Afortunadamente, había vuelto a tener hijos, y casualmente eran dos gemelas. Además, eran muy parecidas a las que murieron atropelladas. Esto hacía que la madre olvidara en parte ese trágico suceso. Pero la fatalidad estuvo a punto de volver a la familia, a pesar de prohibirles expresamente acercarse a la carretera. Un día las dos niñas estaban jugando y decidieron cruzar la carretera. No venía nadie en ningún sentido, no había peligro. En el último momento apareció su madre que chillando muy alterada, les dijo que no cruzaran, a lo que las niñas respondieron al unísono: - Si no pensábamos cruzar,... ya nos atropellaron una vez y no volverá a ocurrir…
domingo, 22 de agosto de 2010
La muchacha de la curva
Una noche iban en un coche una muchacha y su familia por una carretera de la Vera. Cuando llegaron a una curva muy cerrada y peligrosa se estrellaron, y la muchacha y su familia (padre, madre y hermana) desaparecieron. Sus familiares no volvieron a saber nada de ellos.
En la actualidad cada cierto tiempo (probablemente cada año, en el mismo día y a la misma hora) la muchacha hace autostop a los camioneros que pasan por allí y el propio camionero la recoge.
El camionero le pregunta por qué está haciendo autostop una muchacha tan joven. Ella le dice que tenga cuidado en la curva, que se va a matar. Entonces, la muchacha desaparece y el camionero se mata en la misma curva donde desapareció ella.
Hoy en día, la muchacha todavía sigue apareciéndose por la noche a los camioneros que pasan por allí. Todavía no se sabe con exactitud cómo y cuándo se aparece.
En la actualidad cada cierto tiempo (probablemente cada año, en el mismo día y a la misma hora) la muchacha hace autostop a los camioneros que pasan por allí y el propio camionero la recoge.
El camionero le pregunta por qué está haciendo autostop una muchacha tan joven. Ella le dice que tenga cuidado en la curva, que se va a matar. Entonces, la muchacha desaparece y el camionero se mata en la misma curva donde desapareció ella.
Hoy en día, la muchacha todavía sigue apareciéndose por la noche a los camioneros que pasan por allí. Todavía no se sabe con exactitud cómo y cuándo se aparece.
sábado, 14 de agosto de 2010
Leyenda de la Yerba Mate
¿Por dónde podré bajar?, se preguntaba la solitaria luna paseándose por el cielo. El inmenso espacio azul le parecía una jaula y su único amigo era el aire. Lo envidiaba por su libertad para desplazarse de un lado a otro jugueteando con las nubes. Su mayor anhelo era pisar esa verde alfombra de las praderas que veía desde arriba, y dejarse resbalar por las colinas que descendían hasta un profundo y misterioso manchón azul.
-Quiero conocer ese otro cielo que tienen abajo -le contó al aire.
No es el cielo, mi amiga -silbó él-, es el mar.
Se acrecentaron sus deseos y en un ataque de mal genio gritó:
-¡Quiero bajar! ¡Quiero bajar!
Una estrella peleadora le dijo:
-¿Para qué formas berrinche? Eres centinela de la noche y no puedes dejar tu puesto.
Al verla llorar lágrimas de plata, las nubes se pusieron de acuerdo. Ellas la comprendían, porque en sus viajes siempre admiraron la tierra.
–Te vamos a ayudar para que no se note tu ausencia -le dijeron-. Cada una de nosotras colgará sutiles gasas de neblina y entre todas formaremos un telón, que dejará la noche más oscura que boca de lobo.
-¿Qué es eso? -preguntó ingenuamente la luna.
El arco iris prestó su escala de siete colores, y la luna, con una capa negra, un aderezo de tules y una coronita de estrellas, como una reina, bajó orgullosa. La tierra le abría al fin sus brazos amorosos, sus lagos y sus abanicos de palmera. La primera sensación que experimentó fue la de volar, de ser libre como un pájaro, hasta que sus pies tocaron unas agrestes colinas cubiertas de vegetación, entre las que cantaba el río Paraná. Se volvió niña, fascinada por las flores y los perfumes. Al mirarse en las aguas, su cara redonda le pareció demasiado pálida entre los coloreados frutos. Hubiera querido ponerse trenzas y parecer una campesina.
-¿Dónde habrá niños? – se preguntaba, sin saber que era este un lugar tropical y muy desierto.
-Ven a nadar – la invitó el río con un murmullo de cascadas.
No se hizo de rogar la traviesa luna. Se despojó de su paca y tules y de su coronita de estrellas para sumergirse en las rumorosas aguas que se llenaron de reflejos. En el oleaje aparecía y desaparecía, cual un barco redondo y blanco, y era ella la que miraba el cielo, un tanto oscuro sin su presencia.
“Ahora -pensaba- que he probado los frutos y conozco eso verde que es el pasto, los helechos y el agua; ahora que he aquietado este deseo de tierra, podré volver a mi sitio y ser para siempre una luz lejana, que alumbre los caminos del mundo y las ventanas de sus casas. Pero, ¡qué bueno fue mirar desde abajo!”
Ni se acordaba del cielo y lo encontró lindo.
Con su falta de experiencia olvidóse del jaguar, el temible animal de la selva que en las noches busca siempre alguna víctima para calmar su feroz apetito. Agazapado entre los juncos, vio a la luna, le pareció una gran tortilla de maíz, un tanto cruda tal vez. Cuando quiso abalanzarse a devorarla, el cuchillo de un diestro cazador terminó con su hambre y con su vida. Este hombre con su mujer e hija eran los únicos habitantes de la enmarañada selva; había construido una choza en un claro y hacía tiempo que andaba en busca de liquidar al jaguar que robaba sus animales domésticos.
-No temas, criatura -le dijo a la luna, que tiritaba de susto, sin saber aún de quien era esa redonda cara pálida-. Yo te llevaré a mi choza, en donde mi familia te atenderá.
Generoso, como buen campesino, le cocinó la última tortilla de maíz que quedaba; pasarían muchos meses antes de la próxima cosecha. La luna, envuelta en una gran sábana, se sintió feliz y humana entre gente tan amable, hasta que oyó decir a la mujer de su salvador:
-¿Qué vamos a comer mañana? Se acabó el maíz.
Con un poco de pena se puso su capa de reina, sus gasas y su coronita maltrecha. Se decidió a partir para volver a tomar su puesto en el firmamento y de paso agradecer su ayuda a las nubes. Nadie se había percatado de su ausencia ni de su viaje a la tierra y el arco iris se afanaba guardando su escala. La luna pensó: “¿qué puedo regalarle a esos campesinos que tan amablemente me acogieron? Algo que los ayude a vivir momentos felices, a olvidarse de la soledad y que los reponga de los duros trabajos que realizan”. Entonces, muy emocionada, dejó caer sus lágrimas de plata que, iluminando la choza de luz y reflejos, regaron los campos.
Cuando al amanecer el buen hombre salió de la casa, arbustos desconocidos habían brotado por doquier. Entre el verde oscuro de las hojas asomaban blancas florcillas. La mujer, de pura hambre, preparó una infusión con esta yerba nueva y al beberla se sintieron todos mucho mejor y con ánimo.
El arbusto cundió como maleza por todas partes, y el país se hizo famoso y rico por su yerba mate. Se dice que la hija del campesino fue la depositaria de este regalo, que jamás murió y que va por todas partes repartiendo este don de la luna.
-Quiero conocer ese otro cielo que tienen abajo -le contó al aire.
No es el cielo, mi amiga -silbó él-, es el mar.
Se acrecentaron sus deseos y en un ataque de mal genio gritó:
-¡Quiero bajar! ¡Quiero bajar!
Una estrella peleadora le dijo:
-¿Para qué formas berrinche? Eres centinela de la noche y no puedes dejar tu puesto.
Al verla llorar lágrimas de plata, las nubes se pusieron de acuerdo. Ellas la comprendían, porque en sus viajes siempre admiraron la tierra.
–Te vamos a ayudar para que no se note tu ausencia -le dijeron-. Cada una de nosotras colgará sutiles gasas de neblina y entre todas formaremos un telón, que dejará la noche más oscura que boca de lobo.
-¿Qué es eso? -preguntó ingenuamente la luna.
El arco iris prestó su escala de siete colores, y la luna, con una capa negra, un aderezo de tules y una coronita de estrellas, como una reina, bajó orgullosa. La tierra le abría al fin sus brazos amorosos, sus lagos y sus abanicos de palmera. La primera sensación que experimentó fue la de volar, de ser libre como un pájaro, hasta que sus pies tocaron unas agrestes colinas cubiertas de vegetación, entre las que cantaba el río Paraná. Se volvió niña, fascinada por las flores y los perfumes. Al mirarse en las aguas, su cara redonda le pareció demasiado pálida entre los coloreados frutos. Hubiera querido ponerse trenzas y parecer una campesina.
-¿Dónde habrá niños? – se preguntaba, sin saber que era este un lugar tropical y muy desierto.
-Ven a nadar – la invitó el río con un murmullo de cascadas.
No se hizo de rogar la traviesa luna. Se despojó de su paca y tules y de su coronita de estrellas para sumergirse en las rumorosas aguas que se llenaron de reflejos. En el oleaje aparecía y desaparecía, cual un barco redondo y blanco, y era ella la que miraba el cielo, un tanto oscuro sin su presencia.
“Ahora -pensaba- que he probado los frutos y conozco eso verde que es el pasto, los helechos y el agua; ahora que he aquietado este deseo de tierra, podré volver a mi sitio y ser para siempre una luz lejana, que alumbre los caminos del mundo y las ventanas de sus casas. Pero, ¡qué bueno fue mirar desde abajo!”
Ni se acordaba del cielo y lo encontró lindo.
Con su falta de experiencia olvidóse del jaguar, el temible animal de la selva que en las noches busca siempre alguna víctima para calmar su feroz apetito. Agazapado entre los juncos, vio a la luna, le pareció una gran tortilla de maíz, un tanto cruda tal vez. Cuando quiso abalanzarse a devorarla, el cuchillo de un diestro cazador terminó con su hambre y con su vida. Este hombre con su mujer e hija eran los únicos habitantes de la enmarañada selva; había construido una choza en un claro y hacía tiempo que andaba en busca de liquidar al jaguar que robaba sus animales domésticos.
-No temas, criatura -le dijo a la luna, que tiritaba de susto, sin saber aún de quien era esa redonda cara pálida-. Yo te llevaré a mi choza, en donde mi familia te atenderá.
Generoso, como buen campesino, le cocinó la última tortilla de maíz que quedaba; pasarían muchos meses antes de la próxima cosecha. La luna, envuelta en una gran sábana, se sintió feliz y humana entre gente tan amable, hasta que oyó decir a la mujer de su salvador:
-¿Qué vamos a comer mañana? Se acabó el maíz.
Con un poco de pena se puso su capa de reina, sus gasas y su coronita maltrecha. Se decidió a partir para volver a tomar su puesto en el firmamento y de paso agradecer su ayuda a las nubes. Nadie se había percatado de su ausencia ni de su viaje a la tierra y el arco iris se afanaba guardando su escala. La luna pensó: “¿qué puedo regalarle a esos campesinos que tan amablemente me acogieron? Algo que los ayude a vivir momentos felices, a olvidarse de la soledad y que los reponga de los duros trabajos que realizan”. Entonces, muy emocionada, dejó caer sus lágrimas de plata que, iluminando la choza de luz y reflejos, regaron los campos.
Cuando al amanecer el buen hombre salió de la casa, arbustos desconocidos habían brotado por doquier. Entre el verde oscuro de las hojas asomaban blancas florcillas. La mujer, de pura hambre, preparó una infusión con esta yerba nueva y al beberla se sintieron todos mucho mejor y con ánimo.
El arbusto cundió como maleza por todas partes, y el país se hizo famoso y rico por su yerba mate. Se dice que la hija del campesino fue la depositaria de este regalo, que jamás murió y que va por todas partes repartiendo este don de la luna.
viernes, 6 de agosto de 2010
El bosque de los suicidios
Leyenda de terror acerca de un conductor que encuentra a una pareja pidiendo ayuda cerca de un bosque conocido por ser el lugar de numerosos suicidios.Una noche un hombre iba atravesando por un bosque, donde había ocurrido muchos casos de suicidio. El bosque era tan enorme que apenas se encontraban los restos. El hombre iba en coche, y con un poco de miedo, ya que conocía la fama que tenía ese bosque.
"Dios mío, no me extraña que vengan aquí a suicidarse, esto está más perdido que... eh, ¿qué es eso?"
Notó que había algo en la carretera y cuando estaba ya cerca vio que era una pareja tendida en el suelo. La chica no se movía pero el chico estaba haciendo señal pidiendo ayuda.
El hombre se bajó del coche y le preguntó: "¿Qué os ocurre, en un sitio como aquí?"
"...Vinimos a suicidarnos... Nosotros queríamos casarnos, pero nuestros padres no nos permitieron por eso vinimos aquí, pero estoy arrepentido, por favor llévanos a algún hospital..."
El hombre llevó al coche a la chica que no se movía y le ayudó al chico a subir. Corrió todo lo que podía hasta llegar a un hospital más cercano mientras oía la voz del chico..."¿Está lejos el hospital?...Por favor dese prisa..."
El coche llegó al hospital. "¡¡Socorro, por favor, hay dos que están muy grave!!" El hombre explicó todo lo que había pasado mientras sacaban a los dos de su coche. Parecía que el chico había perdido el conocimiento.
El hombre tuvo que esperar un buen rato hasta que salió el médico que examinaba a los dos. "Doctor, ¿cómo están? ¿Se salvará la vida?"
"Siéntese... Vamos a ver, según lo que explicó los encontró en el bosque, ¿verdad?" "Sí" "¿Hace cuánto tiempo?"
"Hará.. como una hora o un poco más..." "Y dice que habló con el chico." "Sí, la chica no estaba consciente pero el chico me explicó lo que pasó y todo el camino me estaba diciendo que corriera, que me diera prisa."
"Es que... es muy extraño... Los he examinado y los dos están muertos por lo menos desde hace 5 horas...
"Dios mío, no me extraña que vengan aquí a suicidarse, esto está más perdido que... eh, ¿qué es eso?"
Notó que había algo en la carretera y cuando estaba ya cerca vio que era una pareja tendida en el suelo. La chica no se movía pero el chico estaba haciendo señal pidiendo ayuda.
El hombre se bajó del coche y le preguntó: "¿Qué os ocurre, en un sitio como aquí?"
"...Vinimos a suicidarnos... Nosotros queríamos casarnos, pero nuestros padres no nos permitieron por eso vinimos aquí, pero estoy arrepentido, por favor llévanos a algún hospital..."
El hombre llevó al coche a la chica que no se movía y le ayudó al chico a subir. Corrió todo lo que podía hasta llegar a un hospital más cercano mientras oía la voz del chico..."¿Está lejos el hospital?...Por favor dese prisa..."
El coche llegó al hospital. "¡¡Socorro, por favor, hay dos que están muy grave!!" El hombre explicó todo lo que había pasado mientras sacaban a los dos de su coche. Parecía que el chico había perdido el conocimiento.
El hombre tuvo que esperar un buen rato hasta que salió el médico que examinaba a los dos. "Doctor, ¿cómo están? ¿Se salvará la vida?"
"Siéntese... Vamos a ver, según lo que explicó los encontró en el bosque, ¿verdad?" "Sí" "¿Hace cuánto tiempo?"
"Hará.. como una hora o un poco más..." "Y dice que habló con el chico." "Sí, la chica no estaba consciente pero el chico me explicó lo que pasó y todo el camino me estaba diciendo que corriera, que me diera prisa."
"Es que... es muy extraño... Los he examinado y los dos están muertos por lo menos desde hace 5 horas...
sábado, 31 de julio de 2010
Tepoztecatl, la obsidiana y la serpiente
Tepoztecatl, la obsidiana y la serpiente
Escrito por Usuario
viernes, 24 de abril de 2009
Leyenda mexicana sobre Tepoztecatl y su aventura adentro de la panza de una gran serpiente.
Reseña: La obsidiana es una roca o mineral de origen volcanico compuesta por silicatos alumínicos y oxidos sílicos. Sus usos varian entre objetos de ornato como espejos, figuras que imitan modelos prehispánicos, formas de animales y muchas más. También se utiliza como adorno en construcciones de pisos y paredes y hasta en plazas de ciudades.En un pasado remoto se fabricaban puntas de flechas y lanzas.
Un niño llamado Tepoztécatl, creció muy inquieto, pero respetuoso de los ancianos que lo adoptaron, un día los Tepiles (mandatarios del pueblo) anunciaron al padre que debido a su edad debía ser sacrificado al monstruo de Xochicalco, al que alimentaban sacrificando ancianos;
Tepoztécatl se ofreció a acudir al sacrificio en lugar de su padre. Salió rumbo a Xochicalco, y en el camino fue juntando Aiztli (Obsidianas) pequeños pedazos filosos de Obsidiana que iba guardando en su morral. Llegando a Xochicalco se presento ante Mazacuatl, la enorme serpiente que de inmediato lo devoró, dentro del monstruo, Tepoztécatl sacó los Aiztli (Obsidianas) y con ellos desgarró las entrañas del monstruo que en medio de convulsiones murió.
Escrito por Usuario
viernes, 24 de abril de 2009
Leyenda mexicana sobre Tepoztecatl y su aventura adentro de la panza de una gran serpiente.
Reseña: La obsidiana es una roca o mineral de origen volcanico compuesta por silicatos alumínicos y oxidos sílicos. Sus usos varian entre objetos de ornato como espejos, figuras que imitan modelos prehispánicos, formas de animales y muchas más. También se utiliza como adorno en construcciones de pisos y paredes y hasta en plazas de ciudades.En un pasado remoto se fabricaban puntas de flechas y lanzas.
Un niño llamado Tepoztécatl, creció muy inquieto, pero respetuoso de los ancianos que lo adoptaron, un día los Tepiles (mandatarios del pueblo) anunciaron al padre que debido a su edad debía ser sacrificado al monstruo de Xochicalco, al que alimentaban sacrificando ancianos;
Tepoztécatl se ofreció a acudir al sacrificio en lugar de su padre. Salió rumbo a Xochicalco, y en el camino fue juntando Aiztli (Obsidianas) pequeños pedazos filosos de Obsidiana que iba guardando en su morral. Llegando a Xochicalco se presento ante Mazacuatl, la enorme serpiente que de inmediato lo devoró, dentro del monstruo, Tepoztécatl sacó los Aiztli (Obsidianas) y con ellos desgarró las entrañas del monstruo que en medio de convulsiones murió.
domingo, 25 de julio de 2010
Leyendas de los Payachatas
Esta es una leyenda Inca que cuenta la historia de dos tribus enemistadas. Las constantes peleas y discusiones por las tierras hacían su convivencia casi insostenible. Un día, el destino quizo que el Principe y la Princesa de los respectivos poblados se encontraran. Desde ese instante comienza a crecer un amor puro y sincero superior a los conflictos de sus pueblos.
Cuando las familias se enteraron de este romance no podían comprender lo que sucedía. El odio irreflexible imposibilitaba ver que esta relación podía traer la paz y la unión. Ambas tribus se afanaron en aconsejar e impedir la cercanía de los príncipes, a través de la magia, sin embargo, no tuvieron éxito.
Era tanto el amor de la pareja que hasta la naturaleza sentía pena por ellos. Las nubes y la luna comenzaron a llorar. Los lobos aullaban y las tormentas cayeron sobre las tierras, advertencia de los dioses para ambas tribus.
Mientras la naturaleza volcaba su fuerza para que los poblados cambiaran de actitud, ellos realizaban toda clase de artilugios para romper con el amor de los jóvenes. Tan inútiles resultaron los esfuerzos, que los sacerdotes decidieron sacrificarlos para que nunca llegaran a estar juntos. En una noche oscura y sin luna los príncipes fueron asesinados. La fuerza de la naturaleza se hizo presente, llovió y llovió por días y noches. Las lluvias, cada vez más intensas, fueron acompañadas de truenos y relámpagos que asolaron la región.
Las dos tribus desaparecieron, producto de las inundaciones y en lugar de ellas aparecieron dos hermosos lagos por donde se ha visto pasar en pequeñas canoas a los dos príncipes finalmente juntos. Los lagos creados por las intensas lluvias son el Chungará y el Cota-Cotani. La naturaleza no contenta con este homenaje, puso en el lugar de las tumbas de los jóvenes dos volcanes: El Parinacota y el Pomerame.
Cuando las familias se enteraron de este romance no podían comprender lo que sucedía. El odio irreflexible imposibilitaba ver que esta relación podía traer la paz y la unión. Ambas tribus se afanaron en aconsejar e impedir la cercanía de los príncipes, a través de la magia, sin embargo, no tuvieron éxito.
Era tanto el amor de la pareja que hasta la naturaleza sentía pena por ellos. Las nubes y la luna comenzaron a llorar. Los lobos aullaban y las tormentas cayeron sobre las tierras, advertencia de los dioses para ambas tribus.
Mientras la naturaleza volcaba su fuerza para que los poblados cambiaran de actitud, ellos realizaban toda clase de artilugios para romper con el amor de los jóvenes. Tan inútiles resultaron los esfuerzos, que los sacerdotes decidieron sacrificarlos para que nunca llegaran a estar juntos. En una noche oscura y sin luna los príncipes fueron asesinados. La fuerza de la naturaleza se hizo presente, llovió y llovió por días y noches. Las lluvias, cada vez más intensas, fueron acompañadas de truenos y relámpagos que asolaron la región.
Las dos tribus desaparecieron, producto de las inundaciones y en lugar de ellas aparecieron dos hermosos lagos por donde se ha visto pasar en pequeñas canoas a los dos príncipes finalmente juntos. Los lagos creados por las intensas lluvias son el Chungará y el Cota-Cotani. La naturaleza no contenta con este homenaje, puso en el lugar de las tumbas de los jóvenes dos volcanes: El Parinacota y el Pomerame.
lunes, 19 de julio de 2010
El Trauco
Se cuenta que el Trauco es un hombrecito que mide alrededor de 80 centímetros, tiene un rostro varonil y feo, sin embargo posee una mirada muy dulce y sensual. No tiene pies, sus piernas terminan en simples muñones. Dicen que viste traje y sombrero de Quilineja, planta trepadora también conocida como coralito, usada para hacer canastos o escobas. En su mano derecha lleva un hacha de piedra, que remplaza por un bastón, llamado Pahueldún, cuando se encuentra frente a una muchacha soltera que ha ingresado al bosque. Los que han visto al Trauco dicen que se cuelga de la rama de un Tique, árbol de gran altura, también conocido como Olivillo. Desde aquí espera a sus víctimas. Suele habitar cerca de las casas de los chilotes para así poder vigilar a las doncellas que le interesan. Se mete a las casas, cocinas y a todos los lugares imaginables sólo para ubicar a una nueva "conquista". Los habitantes de Chiloé, conociendo las mañas de este pequeño individuo, tratan de no descuidar a sus hijas. Para esto toman precauciones tales como evitar que vayan solas a buscar leña o a arriar los animales. Son en esas oportunidades donde el Trauco aprovecha de utilizar su magia. A pesar de su afán por perseguir doncellas, el Trauco jamás actúa frente a testigos, es decir, nunca atacará a una muchacha si esta va acompañada de alguien. Cuando divisa a una niña desciende rápidamente del árbol. Luego da tres hachazos al Tique, con los que parece derribarlos todos. La muchacha luego de recuperarse del susto, se encuentra con el Trauco a su lado, quien sopla suavemente su bastón. La niña sin poder resistir el encanto del trauco cae en un profundo sueño de amor.
La muchacha, al despertar del embrujo, regresa a su casa sin saber claramente lo sucedido. Nueve meses después, tras haber experimentado cambios en su cuerpo por la poseción del Trauco, nace el hijo de este misterioso ser.
La muchacha, al despertar del embrujo, regresa a su casa sin saber claramente lo sucedido. Nueve meses después, tras haber experimentado cambios en su cuerpo por la poseción del Trauco, nace el hijo de este misterioso ser.
viernes, 9 de julio de 2010
Aparición en la Basílica
Una de las leyendas que todavía se cuentan en nuestra ciudad, es la que dicen las personas que visitan la Basílica de Guadalupe o los que por sus circunstancias duermen en la escalinatas de dicho lugar. Cuentan que hay ocasiones en las que ha sido vista una mujer que sale de la Basílica vieja, portando una vela encendida, sin que el intenso viento nocturno o una lluvia torrencial apaguen su flama . La mujer camina en dirección a la Nueva Basílica y para sorpresa de muchos atraviesa las paredes del edificio.
Algunos curiosos y otros que han sabido dominar el miedo han sido testigos de que ya en el interior de la Nueva Basílica, la mujer deja la vela como ofrenda y después de rezar una oración desaparece.
Tal vez se trata de un alma en pena que tiene como manda hacer la visita al sagrado recinto o puede ser la manifestación de algún compromiso que dejó de cumplir la persona a quien perteneció dicha imagen. No lo sabemos pero queda el misterio de dicha aparición.
Algunos curiosos y otros que han sabido dominar el miedo han sido testigos de que ya en el interior de la Nueva Basílica, la mujer deja la vela como ofrenda y después de rezar una oración desaparece.
Tal vez se trata de un alma en pena que tiene como manda hacer la visita al sagrado recinto o puede ser la manifestación de algún compromiso que dejó de cumplir la persona a quien perteneció dicha imagen. No lo sabemos pero queda el misterio de dicha aparición.
lunes, 28 de junio de 2010
La muerta en el colectivo
Hace tan sólo un par años, un viejo colectivero volvía la terminal de ómnibus luego de un largo y cansador día de trabajo. Llovía fuertemente y la visibilidad del camino era casi nula. Luego de unas horas de camino, llegó al primer semáforo(su trayecto era por un camino de tierra en zonas rurales y luego volvía a la ciudad). Como quería llegar rápido a su casa, no lo respetó y siguió de largo, sin saber lo que le pasaría...Mientras seguía, ocupado con sus pensamientos, no vió a la chica que pasaba por el camino. El colectivo pasó sobre ella como si de una piedrita se tratara. El hombre entró en deseperación. Al ser de noche, había pocos o ningún auto o personas, y al no divisar ninguna, el colectivero continuó como si nada hubiese sucedido. Mientras seguía su trayecto hacia la terminal, preocupado por si alguien lo había visto, escuchó un sufrido y continuo llanto."Que extraño-pensó-todas las personas bajaron antes". Pero cuando se dispuso a mirar por el espejo retrovisor quien era, la visión que tuvo lo aterró. La chica que había atropellado lloraba descosoladamente en el asiento trasero
viernes, 18 de junio de 2010
El payaso
Una familia se mudó a una casa enorme. Cuando entraron había un cuadro de un payaso con la palma de la mano abierta, era muy bonito así que decidieron dejarlo.
Cuando llegó la noche todos se acostaron. A la mañana siguiente el padre de la familia murió. Nadie se dio cuenta en el payaso, pero e su mano había bajado un dedo.
A los pocos días murió la madre y el payaso bajó otro dedo. Así fue haciéndolo hasta que ya tenía todos los dedos bajados menos el meñique.
Aquella noche la casa se quemó y los bomberos fueron a apagarla, pero lo único que pudieron salvar fue el cuadro del payaso.
Después de pasar 10 años reformaron la casa y otra familia se mudó a vivir allí. Cuando entraron vieron el cuadro de el mismo payaso con la palma de su mano abierta...
Cuando llegó la noche todos se acostaron. A la mañana siguiente el padre de la familia murió. Nadie se dio cuenta en el payaso, pero e su mano había bajado un dedo.
A los pocos días murió la madre y el payaso bajó otro dedo. Así fue haciéndolo hasta que ya tenía todos los dedos bajados menos el meñique.
Aquella noche la casa se quemó y los bomberos fueron a apagarla, pero lo único que pudieron salvar fue el cuadro del payaso.
Después de pasar 10 años reformaron la casa y otra familia se mudó a vivir allí. Cuando entraron vieron el cuadro de el mismo payaso con la palma de su mano abierta...
miércoles, 9 de junio de 2010
Nuestra Señora del Carmen de la Tirana
Nuestra Señora del Carmen de la Tirana. Cuenta la leyenda que en 1520 viajó por los territorios del sur del imperio incásico (ahora chile) el
adelantado Diego de Almagro, acompañado del sumo sacerdote del sol y su hija, una bellísima
"ñusta" (princesa noble inca) de 23 años. Ellos fueron incorporados por Almagro para evitar un
alzamiento de los indígenas que lo acompañaban, que eran un número muy superior al de los
españoles.
Al regresar al Cuzco, Almagro se enteró del alzamiento en contra del dominio español, al mismo tiempo que el sacerdote intentaba la misma rebelión en la expedición. Al ser descubierto, el sumo sacerdote junto a doce oficiales, intentaron huir, pero fueron capturados y ajusticiados por los españoles, en presencia de la propia ñusta.
Inmediatamente después la princesa incásica huyó,seguida de un centenar de leales guerreros y servidores y se internó en los bosques de la pampa del tamarugal.
La ñusta se convirtió en sacerdotisa y jefe militar de sus hombres. A partir de ese momento ordenó ejecutar a todo español que cayera en manos de sus soldados. La fama de su belleza y crueldad traspasó los límites de su campo de operaciones y empezó a atraer rebeldes de otras comarcas, los que llegaban a ponerse a las órdenes de la que ya era conocida como "La Tirana del Tamarugal".
Un apuesto joven portugués de nombre Vasco de Almeida, trabajaba en esos años en la mina de plata de Huantajaya de Iquique. Una noche Almeida soñó con la Virgen del Carmen, quién le señaló la ruta para llegar a la fabulosa Mina del Sol que le había sido mencionada por un cacique amigo.
Alucinado por su sueño y desobedeciendo los consejos de sus amigos, Almeida se internó en la Pampa del Tamarugal, donde fue aprisionado por los guerreros de la princesa. La ñusta, apenas lo vió, supo de inmediato que no lo podía condenar a muerte. Almeida era un mozo altivo, hermoso y gallardo.
De acuerdo a lo ordenado por el Consejo de Ancianos, el prisionero debía morir, sin
embargo la princesa recurrió a un ardid para salvarle, señalando que la sentencia
debía sser confirmada por los astros, los que demostraron su benevolencia al ser
consultados en la misma noche por La Tirana: el prisionero no podía ser ejecutado
antes del cuarto plenilunio. La princesa descuidó todos sus deberes y la conduccion militar de sus hombres. Toda su dedicación estuvo para el prisionero que ella, personalmente, custodiaba en su casa de piedra. Sus deberes de sacerdotisa también los descuidó, lo que causó una creciente ira en sus guerreros, la que alcanzó su clímax cuando se enteraron de que la ñustase había convertido en la amante del portugués condenado a muerte. En su afán de salvarle la vida, la princesa trató de
llevarlo a su fé en el Inti o Dios Sol, pero todo ocurrió al revés: fue Almeida el que la convirtió al cristianismo.
La ñusta se convirtió finalmente y pocos días antes del cuarto plenilunio, los amantes se juntaron en un claro del bosque, junto a un manantial (se supone que en ese lugar está construido el pueblo de La Tirana). Allí Almeida bautizó a su amante con el nombre de María.
adelantado Diego de Almagro, acompañado del sumo sacerdote del sol y su hija, una bellísima
"ñusta" (princesa noble inca) de 23 años. Ellos fueron incorporados por Almagro para evitar un
alzamiento de los indígenas que lo acompañaban, que eran un número muy superior al de los
españoles.
Al regresar al Cuzco, Almagro se enteró del alzamiento en contra del dominio español, al mismo tiempo que el sacerdote intentaba la misma rebelión en la expedición. Al ser descubierto, el sumo sacerdote junto a doce oficiales, intentaron huir, pero fueron capturados y ajusticiados por los españoles, en presencia de la propia ñusta.
Inmediatamente después la princesa incásica huyó,seguida de un centenar de leales guerreros y servidores y se internó en los bosques de la pampa del tamarugal.
La ñusta se convirtió en sacerdotisa y jefe militar de sus hombres. A partir de ese momento ordenó ejecutar a todo español que cayera en manos de sus soldados. La fama de su belleza y crueldad traspasó los límites de su campo de operaciones y empezó a atraer rebeldes de otras comarcas, los que llegaban a ponerse a las órdenes de la que ya era conocida como "La Tirana del Tamarugal".
Un apuesto joven portugués de nombre Vasco de Almeida, trabajaba en esos años en la mina de plata de Huantajaya de Iquique. Una noche Almeida soñó con la Virgen del Carmen, quién le señaló la ruta para llegar a la fabulosa Mina del Sol que le había sido mencionada por un cacique amigo.
Alucinado por su sueño y desobedeciendo los consejos de sus amigos, Almeida se internó en la Pampa del Tamarugal, donde fue aprisionado por los guerreros de la princesa. La ñusta, apenas lo vió, supo de inmediato que no lo podía condenar a muerte. Almeida era un mozo altivo, hermoso y gallardo.
De acuerdo a lo ordenado por el Consejo de Ancianos, el prisionero debía morir, sin
embargo la princesa recurrió a un ardid para salvarle, señalando que la sentencia
debía sser confirmada por los astros, los que demostraron su benevolencia al ser
consultados en la misma noche por La Tirana: el prisionero no podía ser ejecutado
antes del cuarto plenilunio. La princesa descuidó todos sus deberes y la conduccion militar de sus hombres. Toda su dedicación estuvo para el prisionero que ella, personalmente, custodiaba en su casa de piedra. Sus deberes de sacerdotisa también los descuidó, lo que causó una creciente ira en sus guerreros, la que alcanzó su clímax cuando se enteraron de que la ñustase había convertido en la amante del portugués condenado a muerte. En su afán de salvarle la vida, la princesa trató de
llevarlo a su fé en el Inti o Dios Sol, pero todo ocurrió al revés: fue Almeida el que la convirtió al cristianismo.
La ñusta se convirtió finalmente y pocos días antes del cuarto plenilunio, los amantes se juntaron en un claro del bosque, junto a un manantial (se supone que en ese lugar está construido el pueblo de La Tirana). Allí Almeida bautizó a su amante con el nombre de María.
lunes, 31 de mayo de 2010
Mamá Luna
Lobito hacia tiempo que vivía sin mamá y papá por ello Luna y Sol habían decidido cuidarlo. En las mañanas lobito quedaba con papá Sol y en las tardes y noches con mamá Luna.
Durante las mañanas papá Sol, lo despertaba con sus pequeños rayos solares mientras que en la noche mamá Luna ya subía el nivel de agua del lago para que se refresque con su desayuno en la mañana.
Para el medio día papá Sol le indicaba los lugares donde lobito podía comer y cuando estaba a punto de peligrar de rato en rato tenia que quemarlo un poco para evitar que haga travesuras.
Cuando llegaba la tarde Sol y Luna se encontraban y arrullaban la siesta de lobito.
En la noche Luna le enseñaba a cantar y a llamarla para cuando la necesite. Por ello lobito aprendió a subir a una colina y a llamar a mamá Luna.
Lobito también había aprendido que cuando mamá estaba creciente, significaba que estaba contenta ya que era la sonrisa que solo mamá Luna podía ofrecer.
Cuando se portaba mal como toda mamá se enfadaba se ponía menguante hasta que Lobito aprendía la lección y nuevamente se ponía creciente para felicidad de los dos.
Cuando el sueño embargaba a Lobito mamá Luna arrullaba su sueño con su forma gibosa que se mecía de un lado para el otro.
Cuando lobito enfermaba Luna se ponía nueva para esperar el mal se vaya y el bebé mejore.
Cuando todo era dicha, era muy notorio ver a Luna feliz con su cachorro creciendo porque estaba llena de felicidad.
Cierta ocasión Sol hablo con Luna y le dijo que al norte él había encontrado a la familia de lobito. La noticia los puso triste porque era la primera vez que Sol y Luna habían tenido un hijo y les daba pena tener que separarse de él.
Pero el amor de ambos era tan grande que sabían que la felicidad de su lobito estaba al lado de sus verdaderos papás, por ello una noche lo guiaron hasta su familia.
Lobito llegó con su familia, pero hay algo que nunca olvido, pues cada noche subía a la colina y aullaba para llamar a mamá Luna. Poco después enseño a sus hermanitos a llamarla.
Sol y luna quedaron sorprendidos porque en vez de haber perdido un hijo como pensaron a un principio ganaron cientos, porque los animalitos hasta ahora cuando son pequeños se enseñan aquello que lobito aprendió hace mucho tiempo. “Llamar de un aullido a mamá Luna.”
Durante las mañanas papá Sol, lo despertaba con sus pequeños rayos solares mientras que en la noche mamá Luna ya subía el nivel de agua del lago para que se refresque con su desayuno en la mañana.
Para el medio día papá Sol le indicaba los lugares donde lobito podía comer y cuando estaba a punto de peligrar de rato en rato tenia que quemarlo un poco para evitar que haga travesuras.
Cuando llegaba la tarde Sol y Luna se encontraban y arrullaban la siesta de lobito.
En la noche Luna le enseñaba a cantar y a llamarla para cuando la necesite. Por ello lobito aprendió a subir a una colina y a llamar a mamá Luna.
Lobito también había aprendido que cuando mamá estaba creciente, significaba que estaba contenta ya que era la sonrisa que solo mamá Luna podía ofrecer.
Cuando se portaba mal como toda mamá se enfadaba se ponía menguante hasta que Lobito aprendía la lección y nuevamente se ponía creciente para felicidad de los dos.
Cuando el sueño embargaba a Lobito mamá Luna arrullaba su sueño con su forma gibosa que se mecía de un lado para el otro.
Cuando lobito enfermaba Luna se ponía nueva para esperar el mal se vaya y el bebé mejore.
Cuando todo era dicha, era muy notorio ver a Luna feliz con su cachorro creciendo porque estaba llena de felicidad.
Cierta ocasión Sol hablo con Luna y le dijo que al norte él había encontrado a la familia de lobito. La noticia los puso triste porque era la primera vez que Sol y Luna habían tenido un hijo y les daba pena tener que separarse de él.
Pero el amor de ambos era tan grande que sabían que la felicidad de su lobito estaba al lado de sus verdaderos papás, por ello una noche lo guiaron hasta su familia.
Lobito llegó con su familia, pero hay algo que nunca olvido, pues cada noche subía a la colina y aullaba para llamar a mamá Luna. Poco después enseño a sus hermanitos a llamarla.
Sol y luna quedaron sorprendidos porque en vez de haber perdido un hijo como pensaron a un principio ganaron cientos, porque los animalitos hasta ahora cuando son pequeños se enseñan aquello que lobito aprendió hace mucho tiempo. “Llamar de un aullido a mamá Luna.”
lunes, 24 de mayo de 2010
La leyenda de doña Beatriz
Vivía en la ciudad de México una hermosa joven, doña Beatriz, de tan extraordinaria belleza, que era imposible verla sin quedar rendido a sus encantos.
Contábanse entre sus muchos admiradores la mayor parte de la nobleza mexicana, y los más ricos potentados de Nueva España; pero el corazón de la bella latía frío e indiferente ante los requerimientos y asiduidades amorosas de sus tenaces amantes. Y así pasaba el tiempo; pero, como todo tiene un término en la vida, llegó el momento en que el helado corazón de doña Beatriz se incendió en amores.
Ello fue en un fastuoso baile que daba la embajada de Italia.
Allí conoció doña Beatriz a un joven italiano, don Martín Scípoli, de esclarecida y noble estirpe. La indiferencia de doña Beatriz fundióse entonces como la nieve bajo la caricia de los rayos solares, y sintióse la hermosa poseída de un nuevo sentimiento, en tanto que el joven, por su parte, se había también enamorado profundamente.
Poco tiempo después, don Martín se mostró excesivamente celoso de todos los demás adoradores de la hermosa doña Beatriz, promoviendo continuas reyertas y desafiándose con aquellos que él suponía que pretendían arrebatarle sus amores. Y tan frecuentes eran estas querellas, que doña Beatriz estaba afligida, y en su corazón comenzó a arraigar el temor de que don Martín sólo se había enamorado de su hermosura, de modo que, cuando ésta se marchitara, moriría, indefectiblemente el gran amor que ahora le profesaba.
Esta preocupación embargó su mente y amargó su vida en forma tal, que decidió tomar una resolución terrible, para poner a prueba el amor de su galán. Y al efecto, en el deseo de saber si don Martín la quería sólo por su belleza, un día en que su padre se hallaba de viaje, con un pretexto despidió a todos sus criados para quedar sola en su casa.
Encendió el brasero que tenía en su habitación, colocó enfrente la imagen de santa Lucía y ante ella rezó fervorosamente para pedirle le concediera fuerza y valor con que poner por obra su propósito. Después, atándose ante los ojos un pañuelo mojado, se inclinó sobre el brasero, y soplando avivó el fuego hasta que las llamas rozaron sus mejillas. Luego metió su hermosa cara entre las ascuas.
Terminada esta terrible operación, cubrió su rostro con un tenue velo blanco y mandó llamar a don Martín. Una vez en su presencia, apartó lentamente el velo que le cubría el rostro desfigurado por el fuego y se lo mostró al galán; solamente brillaban en todo su esplendor sus hermosos ojos relucientes como las estrellas. Por un momento su amante quedó horrorizado contemplándola. Luego la estrechó en sus brazos amorosamente. La prueba había dado un resultado feliz, y durante todos los años de su dichoso matrimonio, doña Beatriz no volvió a sentir el temor de que don Martín sólo la amara por su hermosura.
Fin
Contábanse entre sus muchos admiradores la mayor parte de la nobleza mexicana, y los más ricos potentados de Nueva España; pero el corazón de la bella latía frío e indiferente ante los requerimientos y asiduidades amorosas de sus tenaces amantes. Y así pasaba el tiempo; pero, como todo tiene un término en la vida, llegó el momento en que el helado corazón de doña Beatriz se incendió en amores.
Ello fue en un fastuoso baile que daba la embajada de Italia.
Allí conoció doña Beatriz a un joven italiano, don Martín Scípoli, de esclarecida y noble estirpe. La indiferencia de doña Beatriz fundióse entonces como la nieve bajo la caricia de los rayos solares, y sintióse la hermosa poseída de un nuevo sentimiento, en tanto que el joven, por su parte, se había también enamorado profundamente.
Poco tiempo después, don Martín se mostró excesivamente celoso de todos los demás adoradores de la hermosa doña Beatriz, promoviendo continuas reyertas y desafiándose con aquellos que él suponía que pretendían arrebatarle sus amores. Y tan frecuentes eran estas querellas, que doña Beatriz estaba afligida, y en su corazón comenzó a arraigar el temor de que don Martín sólo se había enamorado de su hermosura, de modo que, cuando ésta se marchitara, moriría, indefectiblemente el gran amor que ahora le profesaba.
Esta preocupación embargó su mente y amargó su vida en forma tal, que decidió tomar una resolución terrible, para poner a prueba el amor de su galán. Y al efecto, en el deseo de saber si don Martín la quería sólo por su belleza, un día en que su padre se hallaba de viaje, con un pretexto despidió a todos sus criados para quedar sola en su casa.
Encendió el brasero que tenía en su habitación, colocó enfrente la imagen de santa Lucía y ante ella rezó fervorosamente para pedirle le concediera fuerza y valor con que poner por obra su propósito. Después, atándose ante los ojos un pañuelo mojado, se inclinó sobre el brasero, y soplando avivó el fuego hasta que las llamas rozaron sus mejillas. Luego metió su hermosa cara entre las ascuas.
Terminada esta terrible operación, cubrió su rostro con un tenue velo blanco y mandó llamar a don Martín. Una vez en su presencia, apartó lentamente el velo que le cubría el rostro desfigurado por el fuego y se lo mostró al galán; solamente brillaban en todo su esplendor sus hermosos ojos relucientes como las estrellas. Por un momento su amante quedó horrorizado contemplándola. Luego la estrechó en sus brazos amorosamente. La prueba había dado un resultado feliz, y durante todos los años de su dichoso matrimonio, doña Beatriz no volvió a sentir el temor de que don Martín sólo la amara por su hermosura.
Fin
lunes, 19 de abril de 2010
Bienvenido a Leyendas Cortas
En este blog encontrarás una colección con las más curiosas leyendas cortas de la red.
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