La curva de Torreseca
Cuenta la leyenda que la curva de Torreseca está
encantada. Todo esto comenzó una noche lluviosa. Más o menos a las 11:45
de la noche se dirigían una pareja de recién casados en viaje de novios
hacia un destino indefinido. La felicidad de los dos se palpaba en el
ambiente; aunque la seguridad del muchacho ante el volante era
indiscutible, la chica le preguntó:
—¿No crees que vas muy deprisa?
—¡No! —dijo él—. ¡Vamos, voy a setenta!
—Sí, pero está lloviendo —replicó ella, cada vez más inquieta.
—No te preocupes...
Justo después de decir estas
palabras, el coche patinó; se deslizó por la carretera y se despeñó por
un barranquillo al pie de una curva muy cerrada; los dos amantes, marido
y mujer, murieron en el acto.
Un año después, un hombre que
viajaba por la carretera recogió a una muchacha vestida de novia. Él la
ofreció su cazadora para que no pasara frío. Al instante, ella dijo:
«Gracias; por favor, frene. En esta curva me maté yo». El hombre desvió
su mirada hacia ella y frenó en seco: habían desaparecido ella y la
cazadora.
Un tiempo después, el hombre se
dirigió hacia la tumba de aquella pareja que se mató en la curva y
encontró su cazadora encima de la lápida de la tumba de ella.
Desde entonces, cuenta la leyenda
que en las noches de lluvia, si vas por la carretera de la curva de
Torreseca, es de noche y te encuentras con una mujer vestida de novia
haciendo autoestop, debes recogerla. Si no la recoges, tu muerte es
segura...
muy buena
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