Existió una historia de un hombre mayor tenía que ir a una residencia de ancianos para desayunar con su mujer.
Ella llevaba algún tiempo en ese lugar y que tenía un Alzheimer muy avanzado.
No estaba en absoluto preocupado, sólo... tenía prisa: Ella no se alarmaría en caso de que él llegara tarde esa mañana.
Dijo: -Ya no sabe quién soy. Hace ya casi dos años que no me reconoce.
-Y si ya no sabe quién es usted, ¿por qué esa necesidad de estar con ella todas las mañanas?
Hablando sin prisas, pensando una respuesta, el buen hombre contesto:
-Ella no sabe quién soy yo, pero yo todavía sé muy bien quién es ella.
Aquel día tuve que contenerme las lágrimas.
El verdadero amor, pensé, es mirar a otra persona y ver todo lo que el otro es, lo que ha sido, lo que será y lo que ya no es... y que nada importa, sólo el amor.
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