domingo, 16 de enero de 2011

La xana Galinda

Cuenta una leyenda que, por los años 790 a 800 de nuestra era, reinaba en la monarquía asturiana Mauregato; quien gobernó entre el 783 y el 788 d.C. Los reyes sucesores de Alfonso I, fundador del reino Astur, tuvieron que soportar la presión de los musulmanes. Mauregato, ante la presión musulmana, se comprometió a entregarles cien doncellas cada año; siempre las más bellas del lugar, a cambio de vivir en paz.
Una vez al año, los soldados del rey elegían a las jóvenes más hermosas y se las llevaban a la fuerza. Cuando llegaron al pueblo de Illés, encontraron a una bella niña, Galinda, quien huyó cuando vio que se acercaban los soldados. Atemorizada, se acercó a una fuente, intentando esconderse de ellos. De pronto, escuchó una voz; como un susurro que le decía: “Si quieres ser mi xana, vivirás días dichosos”. “¿Y qué debo hacer para ello?”, dijo la joven. “Bebe un sorbo de mis aguas y te encontrarás libre de peligro.” La muchacha obedeció y observaba cómo los soldados la buscaban por todos lados hasta que se cansaron y regresaron a casa.
A la mañana siguiente, los soldados, buscándola sin cesar, próximos a la fuente, vieron cómo Galinda se había transformado en una hermosa xana; aún más hermosa que antes y también miraban cómo peinaba sus cabellos en el borde de la fuente. Los soldados se lanzaron sobre ella pero, al instante, sólo con su mirada, los convirtió en corderos.
El rey, preocupado, salió en busca de sus soldados y se encontró con la xana. “¿Dónde están mis soldados?”, le gritó. “¿Qué soldados? ¿Te refieres a esos corderos?” El rey se volvió, y comprobó cómo los soldados que le seguían también se habían convertido en corderos. Atemorizado por el poder de la xana, le suplicaba que dejara libres a sus soldados; que cumpliría lo que ella le mandara. “Yo libero a tus soldados y, a cambio, tú romperás tu trato con los moros y nunca más entregarás a una joven asturiana. Si no lo haces así, cada vez que un soldado toque a una asturiana se convertirá en cordero; aunque te quedes sin hombres.”
El rey accedió arrepentido, rompió su pacto con los musulmanes y comprobó como el rebaño de corderos se convertía de nuevo en sus obedientes soldados. Nunca más los asturianos volvieron a temer que los soldados se llevaran a sus hijas, porque las protegía la xana de la fuente.

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