domingo, 29 de agosto de 2010
Las gemelas
Las niñas tuvieron que cruzar solas porque a la madre la llamaron del trabajo para que fuera urgentemente. Les dijo a las niñas que cruzaran solas, pero que tuvieran cuidado, mirando a los dos lados. Las niñas obedecieron. Nada más girarse la madre para marcharse oyó un golpe muy fuerte detrás de ella. Eran sus hijas, habían sido atropelladas por un camión. desgraciadamente, las dos habían muerto. Cuatro años más tarde la madre, aún joven, ya que tenía 34 años, todavía vivía en la misma casa cerca de la carretera y no olvidaba ningún día a sus dos gemelas. Afortunadamente, había vuelto a tener hijos, y casualmente eran dos gemelas. Además, eran muy parecidas a las que murieron atropelladas. Esto hacía que la madre olvidara en parte ese trágico suceso. Pero la fatalidad estuvo a punto de volver a la familia, a pesar de prohibirles expresamente acercarse a la carretera. Un día las dos niñas estaban jugando y decidieron cruzar la carretera. No venía nadie en ningún sentido, no había peligro. En el último momento apareció su madre que chillando muy alterada, les dijo que no cruzaran, a lo que las niñas respondieron al unísono: - Si no pensábamos cruzar,... ya nos atropellaron una vez y no volverá a ocurrir…
domingo, 22 de agosto de 2010
La muchacha de la curva
Una noche iban en un coche una muchacha y su familia por una carretera de la Vera. Cuando llegaron a una curva muy cerrada y peligrosa se estrellaron, y la muchacha y su familia (padre, madre y hermana) desaparecieron. Sus familiares no volvieron a saber nada de ellos.
En la actualidad cada cierto tiempo (probablemente cada año, en el mismo día y a la misma hora) la muchacha hace autostop a los camioneros que pasan por allí y el propio camionero la recoge.
El camionero le pregunta por qué está haciendo autostop una muchacha tan joven. Ella le dice que tenga cuidado en la curva, que se va a matar. Entonces, la muchacha desaparece y el camionero se mata en la misma curva donde desapareció ella.
Hoy en día, la muchacha todavía sigue apareciéndose por la noche a los camioneros que pasan por allí. Todavía no se sabe con exactitud cómo y cuándo se aparece.
En la actualidad cada cierto tiempo (probablemente cada año, en el mismo día y a la misma hora) la muchacha hace autostop a los camioneros que pasan por allí y el propio camionero la recoge.
El camionero le pregunta por qué está haciendo autostop una muchacha tan joven. Ella le dice que tenga cuidado en la curva, que se va a matar. Entonces, la muchacha desaparece y el camionero se mata en la misma curva donde desapareció ella.
Hoy en día, la muchacha todavía sigue apareciéndose por la noche a los camioneros que pasan por allí. Todavía no se sabe con exactitud cómo y cuándo se aparece.
sábado, 14 de agosto de 2010
Leyenda de la Yerba Mate
¿Por dónde podré bajar?, se preguntaba la solitaria luna paseándose por el cielo. El inmenso espacio azul le parecía una jaula y su único amigo era el aire. Lo envidiaba por su libertad para desplazarse de un lado a otro jugueteando con las nubes. Su mayor anhelo era pisar esa verde alfombra de las praderas que veía desde arriba, y dejarse resbalar por las colinas que descendían hasta un profundo y misterioso manchón azul.
-Quiero conocer ese otro cielo que tienen abajo -le contó al aire.
No es el cielo, mi amiga -silbó él-, es el mar.
Se acrecentaron sus deseos y en un ataque de mal genio gritó:
-¡Quiero bajar! ¡Quiero bajar!
Una estrella peleadora le dijo:
-¿Para qué formas berrinche? Eres centinela de la noche y no puedes dejar tu puesto.
Al verla llorar lágrimas de plata, las nubes se pusieron de acuerdo. Ellas la comprendían, porque en sus viajes siempre admiraron la tierra.
–Te vamos a ayudar para que no se note tu ausencia -le dijeron-. Cada una de nosotras colgará sutiles gasas de neblina y entre todas formaremos un telón, que dejará la noche más oscura que boca de lobo.
-¿Qué es eso? -preguntó ingenuamente la luna.
El arco iris prestó su escala de siete colores, y la luna, con una capa negra, un aderezo de tules y una coronita de estrellas, como una reina, bajó orgullosa. La tierra le abría al fin sus brazos amorosos, sus lagos y sus abanicos de palmera. La primera sensación que experimentó fue la de volar, de ser libre como un pájaro, hasta que sus pies tocaron unas agrestes colinas cubiertas de vegetación, entre las que cantaba el río Paraná. Se volvió niña, fascinada por las flores y los perfumes. Al mirarse en las aguas, su cara redonda le pareció demasiado pálida entre los coloreados frutos. Hubiera querido ponerse trenzas y parecer una campesina.
-¿Dónde habrá niños? – se preguntaba, sin saber que era este un lugar tropical y muy desierto.
-Ven a nadar – la invitó el río con un murmullo de cascadas.
No se hizo de rogar la traviesa luna. Se despojó de su paca y tules y de su coronita de estrellas para sumergirse en las rumorosas aguas que se llenaron de reflejos. En el oleaje aparecía y desaparecía, cual un barco redondo y blanco, y era ella la que miraba el cielo, un tanto oscuro sin su presencia.
“Ahora -pensaba- que he probado los frutos y conozco eso verde que es el pasto, los helechos y el agua; ahora que he aquietado este deseo de tierra, podré volver a mi sitio y ser para siempre una luz lejana, que alumbre los caminos del mundo y las ventanas de sus casas. Pero, ¡qué bueno fue mirar desde abajo!”
Ni se acordaba del cielo y lo encontró lindo.
Con su falta de experiencia olvidóse del jaguar, el temible animal de la selva que en las noches busca siempre alguna víctima para calmar su feroz apetito. Agazapado entre los juncos, vio a la luna, le pareció una gran tortilla de maíz, un tanto cruda tal vez. Cuando quiso abalanzarse a devorarla, el cuchillo de un diestro cazador terminó con su hambre y con su vida. Este hombre con su mujer e hija eran los únicos habitantes de la enmarañada selva; había construido una choza en un claro y hacía tiempo que andaba en busca de liquidar al jaguar que robaba sus animales domésticos.
-No temas, criatura -le dijo a la luna, que tiritaba de susto, sin saber aún de quien era esa redonda cara pálida-. Yo te llevaré a mi choza, en donde mi familia te atenderá.
Generoso, como buen campesino, le cocinó la última tortilla de maíz que quedaba; pasarían muchos meses antes de la próxima cosecha. La luna, envuelta en una gran sábana, se sintió feliz y humana entre gente tan amable, hasta que oyó decir a la mujer de su salvador:
-¿Qué vamos a comer mañana? Se acabó el maíz.
Con un poco de pena se puso su capa de reina, sus gasas y su coronita maltrecha. Se decidió a partir para volver a tomar su puesto en el firmamento y de paso agradecer su ayuda a las nubes. Nadie se había percatado de su ausencia ni de su viaje a la tierra y el arco iris se afanaba guardando su escala. La luna pensó: “¿qué puedo regalarle a esos campesinos que tan amablemente me acogieron? Algo que los ayude a vivir momentos felices, a olvidarse de la soledad y que los reponga de los duros trabajos que realizan”. Entonces, muy emocionada, dejó caer sus lágrimas de plata que, iluminando la choza de luz y reflejos, regaron los campos.
Cuando al amanecer el buen hombre salió de la casa, arbustos desconocidos habían brotado por doquier. Entre el verde oscuro de las hojas asomaban blancas florcillas. La mujer, de pura hambre, preparó una infusión con esta yerba nueva y al beberla se sintieron todos mucho mejor y con ánimo.
El arbusto cundió como maleza por todas partes, y el país se hizo famoso y rico por su yerba mate. Se dice que la hija del campesino fue la depositaria de este regalo, que jamás murió y que va por todas partes repartiendo este don de la luna.
-Quiero conocer ese otro cielo que tienen abajo -le contó al aire.
No es el cielo, mi amiga -silbó él-, es el mar.
Se acrecentaron sus deseos y en un ataque de mal genio gritó:
-¡Quiero bajar! ¡Quiero bajar!
Una estrella peleadora le dijo:
-¿Para qué formas berrinche? Eres centinela de la noche y no puedes dejar tu puesto.
Al verla llorar lágrimas de plata, las nubes se pusieron de acuerdo. Ellas la comprendían, porque en sus viajes siempre admiraron la tierra.
–Te vamos a ayudar para que no se note tu ausencia -le dijeron-. Cada una de nosotras colgará sutiles gasas de neblina y entre todas formaremos un telón, que dejará la noche más oscura que boca de lobo.
-¿Qué es eso? -preguntó ingenuamente la luna.
El arco iris prestó su escala de siete colores, y la luna, con una capa negra, un aderezo de tules y una coronita de estrellas, como una reina, bajó orgullosa. La tierra le abría al fin sus brazos amorosos, sus lagos y sus abanicos de palmera. La primera sensación que experimentó fue la de volar, de ser libre como un pájaro, hasta que sus pies tocaron unas agrestes colinas cubiertas de vegetación, entre las que cantaba el río Paraná. Se volvió niña, fascinada por las flores y los perfumes. Al mirarse en las aguas, su cara redonda le pareció demasiado pálida entre los coloreados frutos. Hubiera querido ponerse trenzas y parecer una campesina.
-¿Dónde habrá niños? – se preguntaba, sin saber que era este un lugar tropical y muy desierto.
-Ven a nadar – la invitó el río con un murmullo de cascadas.
No se hizo de rogar la traviesa luna. Se despojó de su paca y tules y de su coronita de estrellas para sumergirse en las rumorosas aguas que se llenaron de reflejos. En el oleaje aparecía y desaparecía, cual un barco redondo y blanco, y era ella la que miraba el cielo, un tanto oscuro sin su presencia.
“Ahora -pensaba- que he probado los frutos y conozco eso verde que es el pasto, los helechos y el agua; ahora que he aquietado este deseo de tierra, podré volver a mi sitio y ser para siempre una luz lejana, que alumbre los caminos del mundo y las ventanas de sus casas. Pero, ¡qué bueno fue mirar desde abajo!”
Ni se acordaba del cielo y lo encontró lindo.
Con su falta de experiencia olvidóse del jaguar, el temible animal de la selva que en las noches busca siempre alguna víctima para calmar su feroz apetito. Agazapado entre los juncos, vio a la luna, le pareció una gran tortilla de maíz, un tanto cruda tal vez. Cuando quiso abalanzarse a devorarla, el cuchillo de un diestro cazador terminó con su hambre y con su vida. Este hombre con su mujer e hija eran los únicos habitantes de la enmarañada selva; había construido una choza en un claro y hacía tiempo que andaba en busca de liquidar al jaguar que robaba sus animales domésticos.
-No temas, criatura -le dijo a la luna, que tiritaba de susto, sin saber aún de quien era esa redonda cara pálida-. Yo te llevaré a mi choza, en donde mi familia te atenderá.
Generoso, como buen campesino, le cocinó la última tortilla de maíz que quedaba; pasarían muchos meses antes de la próxima cosecha. La luna, envuelta en una gran sábana, se sintió feliz y humana entre gente tan amable, hasta que oyó decir a la mujer de su salvador:
-¿Qué vamos a comer mañana? Se acabó el maíz.
Con un poco de pena se puso su capa de reina, sus gasas y su coronita maltrecha. Se decidió a partir para volver a tomar su puesto en el firmamento y de paso agradecer su ayuda a las nubes. Nadie se había percatado de su ausencia ni de su viaje a la tierra y el arco iris se afanaba guardando su escala. La luna pensó: “¿qué puedo regalarle a esos campesinos que tan amablemente me acogieron? Algo que los ayude a vivir momentos felices, a olvidarse de la soledad y que los reponga de los duros trabajos que realizan”. Entonces, muy emocionada, dejó caer sus lágrimas de plata que, iluminando la choza de luz y reflejos, regaron los campos.
Cuando al amanecer el buen hombre salió de la casa, arbustos desconocidos habían brotado por doquier. Entre el verde oscuro de las hojas asomaban blancas florcillas. La mujer, de pura hambre, preparó una infusión con esta yerba nueva y al beberla se sintieron todos mucho mejor y con ánimo.
El arbusto cundió como maleza por todas partes, y el país se hizo famoso y rico por su yerba mate. Se dice que la hija del campesino fue la depositaria de este regalo, que jamás murió y que va por todas partes repartiendo este don de la luna.
viernes, 6 de agosto de 2010
El bosque de los suicidios
Leyenda de terror acerca de un conductor que encuentra a una pareja pidiendo ayuda cerca de un bosque conocido por ser el lugar de numerosos suicidios.Una noche un hombre iba atravesando por un bosque, donde había ocurrido muchos casos de suicidio. El bosque era tan enorme que apenas se encontraban los restos. El hombre iba en coche, y con un poco de miedo, ya que conocía la fama que tenía ese bosque.
"Dios mío, no me extraña que vengan aquí a suicidarse, esto está más perdido que... eh, ¿qué es eso?"
Notó que había algo en la carretera y cuando estaba ya cerca vio que era una pareja tendida en el suelo. La chica no se movía pero el chico estaba haciendo señal pidiendo ayuda.
El hombre se bajó del coche y le preguntó: "¿Qué os ocurre, en un sitio como aquí?"
"...Vinimos a suicidarnos... Nosotros queríamos casarnos, pero nuestros padres no nos permitieron por eso vinimos aquí, pero estoy arrepentido, por favor llévanos a algún hospital..."
El hombre llevó al coche a la chica que no se movía y le ayudó al chico a subir. Corrió todo lo que podía hasta llegar a un hospital más cercano mientras oía la voz del chico..."¿Está lejos el hospital?...Por favor dese prisa..."
El coche llegó al hospital. "¡¡Socorro, por favor, hay dos que están muy grave!!" El hombre explicó todo lo que había pasado mientras sacaban a los dos de su coche. Parecía que el chico había perdido el conocimiento.
El hombre tuvo que esperar un buen rato hasta que salió el médico que examinaba a los dos. "Doctor, ¿cómo están? ¿Se salvará la vida?"
"Siéntese... Vamos a ver, según lo que explicó los encontró en el bosque, ¿verdad?" "Sí" "¿Hace cuánto tiempo?"
"Hará.. como una hora o un poco más..." "Y dice que habló con el chico." "Sí, la chica no estaba consciente pero el chico me explicó lo que pasó y todo el camino me estaba diciendo que corriera, que me diera prisa."
"Es que... es muy extraño... Los he examinado y los dos están muertos por lo menos desde hace 5 horas...
"Dios mío, no me extraña que vengan aquí a suicidarse, esto está más perdido que... eh, ¿qué es eso?"
Notó que había algo en la carretera y cuando estaba ya cerca vio que era una pareja tendida en el suelo. La chica no se movía pero el chico estaba haciendo señal pidiendo ayuda.
El hombre se bajó del coche y le preguntó: "¿Qué os ocurre, en un sitio como aquí?"
"...Vinimos a suicidarnos... Nosotros queríamos casarnos, pero nuestros padres no nos permitieron por eso vinimos aquí, pero estoy arrepentido, por favor llévanos a algún hospital..."
El hombre llevó al coche a la chica que no se movía y le ayudó al chico a subir. Corrió todo lo que podía hasta llegar a un hospital más cercano mientras oía la voz del chico..."¿Está lejos el hospital?...Por favor dese prisa..."
El coche llegó al hospital. "¡¡Socorro, por favor, hay dos que están muy grave!!" El hombre explicó todo lo que había pasado mientras sacaban a los dos de su coche. Parecía que el chico había perdido el conocimiento.
El hombre tuvo que esperar un buen rato hasta que salió el médico que examinaba a los dos. "Doctor, ¿cómo están? ¿Se salvará la vida?"
"Siéntese... Vamos a ver, según lo que explicó los encontró en el bosque, ¿verdad?" "Sí" "¿Hace cuánto tiempo?"
"Hará.. como una hora o un poco más..." "Y dice que habló con el chico." "Sí, la chica no estaba consciente pero el chico me explicó lo que pasó y todo el camino me estaba diciendo que corriera, que me diera prisa."
"Es que... es muy extraño... Los he examinado y los dos están muertos por lo menos desde hace 5 horas...
Suscribirse a:
Entradas (Atom)